Agosto… ¿y qué?

Cambiar el mundo

¿Podrías…? “Me encantaría, pero no puedo… lo siento es que tengo mil planes” Párate. Y luego VIVE.

¡Qué bien, vacaciones! Por fin descanso, familia, amigos, comer bien, despertarme a las mil, sol, playa… ¿qué más puedo pedir? Pues mira, llevo intentando sacar un rato largo de silencio y tranquilidad unos quince días… ¿te puedes creer que aún no lo he conseguido?

Tenía alguna cosilla escrita sobre lo que nos cuesta cuidar lo importante, no olvidarnos de Dios en verano y seguir disfrutando de las fiestas, familia, hijos, una copa, una buena mariscada, una paella, un bañito en el mar o en la piscina, no sé. Algo que parece fácil. Pero he decidido cambiar de tema. Me estoy dando cuenta de lo difícil que es disfrutar de todo lo demás si no te paras un poco, echas el freno y realmente comienzas a palpar en silencio cada cosa que tienes, cada cosa que haces, cada cosa que recibes, cada cosa que das, cada cosa que pasa.

El silencio es imprescindible porque como escuché el otro día “el ruido no hace bien y el bien no hace ruido” y el ruido es aquello que hace que nos despistemos, que vayamos a lo urgente o nos conformemos con ser mediocres. El ruido es lo que hace que nuestro corazón esté intranquilo y en constante estado de alerta, que nos hace no saber dar la respuesta correcta, nos mantiene atentos pero confusos. El ruido impide el habla e impide la escucha. El ruido hace imposible la comunicación con Dios, con los demás y con el mundo. Seas como seas, es así. Por eso te quiero invitar a sacar de vez en cuando, y si es todos los días mejor… un ratito, ¡¡¡no hace falta que sean 3 horas de silencio!!! Unos 15 minutos o media hora al día en silencio, sin absolutamente nada de ruido, ni interior ni exterior. Sé que a veces es complicado… que tienes a cuatro churumbeles que no paran de dar guerra, que tienes que cuidar de tu padre, que tú hermano te necesita o que tus amigos no paran de proponerte planes… pero, ¿en serio? ¡Un día tiene 24h! Yo creo que puedes conseguirlo. Ya estamos a mitad de agosto y… creo que es cuestión de priorizar. Siempre tenemos tiempo para muchas cosas, pero… ¿y para lo importante? ¿sacamos tiempo de verdad?

Para ello también te animo a que en ese rato te pongas en un sitio con buenas vistas, para poder admirar la belleza de este mundo, ya que Dios se sirve de él para hablarnos. También puedes tener a mano el evangelio y un cuaderno por si se te ocurre alguna idea. Por sencilla o pequeña que parezca, apunta. Apunta todo. Luego te vendrá bien recordarlo y pensar sobre ello. No te preocupes si al principio sientes que estás perdiendo el tiempo, verás cómo poco a poco apreciaras mucho más todo lo que haces, poco a poco aprenderás a rezar mejor (rezar no es otra cosa que hablar con Dios, si no sabes nada, empieza por decirle que no sabes rezar y que simplemente te quieres poner en sus manos, que quieres poner en sus manos tu verano, el curso que viene, tus objetivos, metas, propósitos, tu familia, tus amigos, tus preocupaciones, alegrías, miedos, intenciones…), poco a poco conseguirás sacar un rato todos los días, poco a poco estarás más contento, disfrutarás más de las pequeñas cosas, disfrutarán más de tu compañía, estarás tranquilo, no habrá tanto ruido al rededor, porque todo se contagia, principalmente notarás que el ruido interior va desapareciendo. ¡Ojo! No para siempre… ¡esto se va manteniendo poco a poco!

Te voy a decir otra cosa: proponte buscar belleza en todo. En las pequeñas cosas. Ten un detalle con tu marido, prepara el desayuno a tu madre, ve a darle una sorpresa a tu novio, piensa algo que le podría gustar a tu abuelo, escribe a ese amigo tuyo que hace tantísimo tiempo que no ves, queda a tomar una cerveza con esa amiga que te enseñó tanto aquella vez, llama a tu primo del que sabes poco de su vida, sonríe a tu hijo pequeño, haz una visita a esa vecina tuya que siempre te ha cuidado tanto, mándale una postal a tu compañero de curro, procura ayudar hoy a alguien que sabes que lo necesita… cualquier tipo de detalles. Fíjate bien en lo que ocurre a tu alrededor y da las gracias a menudo por las personas con las que compartes ese tiempo que vale tanto. ¡Sorpréndete!!! ¡Sorpréndeles!!!

Escucha. Siéntate a escuchar, mirando la naturaleza, mirándole a el en el sagrario, mirando al mar, mirando al campo… en una montaña, donde sea. Pero mírale y búscale allá donde mires. Se mostrará.

Para terminar… el otro día leí la siguiente frase “No vivas a medias” y pensé en el verano… ¿por qué siempre esperamos al verano para “vivir a tope”, o al menos eso creemos? ¿Por qué no vivir a tope y de verdad todos los días? Haciendo lo que debemos hacer en cada momento y estando realmente donde tenemos que estar. ¿Por qué nos conformamos con vivir deprisa y corriendo, con hacer mil y una cosas a la vez, con tomarnos un café y a la vez estar hablando por teléfono, estar en una comida y tener una llamada del trabajo, por tomarnos una cerveza y grabar el paisaje, por salir de fiesta y reventarnos, por quedar a tomar una copa y acabar bebiendo tres, por ir a ver la puesta y estar sacando fotos y vídeos cada segundo…? Nos empeñamos en estar en todo y al final no estamos en nada, nos empeñamos en “descansar” y acabamos teniendo mil planes, queremos disfrutar de todo y al final no saboreamos nada. Estamos tan pendientes de que todo el mundo vea lo que estamos haciendo que se nos olvida vivirlo nosotros mismos. Nos olvidamos de vivir y saborear el ahora. ¿Por qué?

Busca un rato, el que necesites. Párate a pensar. Coge un papel y un boli. Apunta lo que se te venga a la cabeza. Piensa que puedes hacer para vivir más de verdad, más en el ahora, en el hoy, en ese momento que te estabas perdiendo, con esa persona que está a tu lado, en tu casa, en el trabajo, en la playa, con tus colegas. Piensa en algo que podrías hacer para vivir más de verdad y más tranquilo. Disfrutando de la paz y de pequeños silencios y momentos de “no hacer nada”. Párate y estate en silencio un rato.

Yo misma me doy cuenta de que a veces quiero estar a todo y por intentar abarcar no llego a nada y me quedo a medias siempre. Voy de un lado a otro, haciendo mil cosas y muchas veces me falta tiempo para rezar o pararme a pensar. A veces pasa el día tan rápido que no me doy cuenta. Me lo pierdo yo misma tan metida en mis cosas que hacer, mis planes o mis objetivos. Me ha venido muy bien darme cuenta de esto. A veces tenemos que aprender a decir “no” igual que tenemos que aprender a decir “sí”. Tenemos que pararnos a pensar, saber qué es lo que queremos, qué es lo que buscamos, lo que necesitamos… y no dejar que nos lleve la corriente, saber vivir tranquilo y disfrutar de las pequeñas cosas, descansar y tener ratos de silencio, estar en paz; tenemos que aprender a disfrutar de la rutina y de los horarios, de la monotonía haciéndola cada día distinta, tenemos que aprender a vivir con calma pero con ilusión, poniendo nuestras ganas en todo, sin grandes expectativas, simplemente viviendo con toda el alma, por muy tóxico que sea tu ambiente, por muy divertidos que sean tus amigos, por muy rutinaria que sea tu familia, por muy simple que sea cada detalle, por muy aburrido que estés o muy básico que sea tu plan de hoy, de ahora. Disfrútalo y vívelo de verdad. No te quedes a medias. Vive.

Pruébalo.

Nata Caño