El reciente estreno del documental “Heridos”, supone un canto a la esperanza. Se trata del testimonio valiente de cuatro personas, que expresan su profunda herida tras haber abortado. El reportaje que dura 77 minutos, está dirigido por Borja Martínez-Echevarría y la distribuidora “European Dreams Factory”.
Existe un paralelismo en la legalización del aborto en EE.UU., en 1973 por el Tribunal Supremo, mediante la sentencia “Roe vs Wade”, y en nuestro país en 1985, mediante una orquestada campaña de mentiras. Entonces se pretendía manipular a la opinión pública argumentando que se practicaban 300.000 abortos de forma clandestina, cuando nacían 400.000 niños al año. Se buscaba introducir el aborto alegando situaciones extremas como los supuestos de violación, malformación del feto o de peligro para la salud física y psíquica de la madre.
Cuarenta años después se persigue considerar el aborto como un derecho, con encaje constitucional y con rango de derecho fundamental. La hemeroteca no traiciona cuando el otrora ministro de Sanidad, Ernest Lluch, banalizaba el aborto, al manifestar que era como quitarse un pequeño apéndice.
Se ha utilizado una terminología engañosa y con eufemismos, mediante la edulcorada expresión de “interrupción voluntaria del embarazo”. La realidad indica que esas tres palabras, constituyen tres mentiras: no se suspende el embarazo, se termina; las mujeres carecen de libertad, porque las clínicas abortivas anteponen los intereses económicos, y no les explican los efectos perniciosos, como que su hijo, en forma de embrión, acaba troceado en el cubo de la basura. Y este asesinato tiene trascendentales consecuencias.
Al reconocer la legalidad del aborto, se confunde a la ciudadanía, porque ésta puede entender que si lo permite la ley es moral; pero nada más opuesto a la realidad. La lacra del aborto lamentablemente se ha implantado, a modo de ingeniería social, por los “lobbies” del globalismo mundial, en la mayoría de los países del planeta. Actualmente a 73 millones de niños se les impide nacer cada año en el mundo, y 100.000 en España. Estos datos estremecedores no parece que les preocupe a los actuales gobernantes, pese al llamado suicidio demográfico.
El relativismo hedonista reinante se impulsa con la promiscuidad sexual, que se sustenta con las pantallas y la pornografía. La exposición de motivos de estas leyes se ampara en el uso desordenado de la libertad, que aumenta el riesgo de embarazos. Así el aborto se convierte en un anticonceptivo más. Pocos realizan el análisis de que la prevención más eficaz contra el aborto es la abstinencia y la continencia.
Cuando el hombre atenta gravemente contra sí mismo, eliminando la vida del más indefenso, la misma naturaleza se rebela y no perdona estos actos inhumanos, pese al corrompido permisivismo legal.
El pasado mes se abordó de forma amplia ante la opinión pública la existencia del síndrome posaborto. Aunque no aparezca catalogado científicamente como tal, las mujeres y los hombres que colaboran directa o directamente en este crimen, presentan unos desajustes psicológicos y morales importantes. Así el sentido de culpa ante este error, los miedos, la inseguridad, la tristeza, inestabilidad emocional, irritabilidad, insomnio, vaciedad y deseos de no querer seguir viviendo, no enfrentarse y evadirse de la realidad, estrés postraumático, desesperanza, enfados con uno mismo, dolor y sufrimiento profundo…
Estas personas atraviesan por un calvario, y necesitan un proceso de ayuda psicológica, terapia o logoterapia para encontrar el sentido a la vida; reparar, remediar el mal causado; reconciliarse consigo mismo, aceptarse y formular deseos firmes de que esta atrocidad no vuelva a suceder. A la vez, resulta imprescindible recorrer el camino del perdón del hijo pródigo, a quien Dios le otorga su infinita misericordia, mediante la confesión sacramental con un sacerdote. Supone un proceso de transformación y conversión que lleva aparejado la unión amorosa y para siempre con el único quien puede devolver la paz y la alegría.
La mejor forma de reparar el mal y el daño causado suele ser ayudar a otras personas que plantean el problema de abortar, para aconsejarles y explicarles que matar nunca es la solución, porque los perjuicios son infinitos e irreparables. Sin duda alguna, la gracia divina de los sacramentos ayuda. Por eso, la sabiduría popular ha acuñado la expresión: Dios perdona siempre, los hombres algunas veces, pero la naturaleza nunca.







