Vivir en paz, sin expectativas

Cambiar el mundo

Sin Autor

Nuestro corazón está hecho para soñar cosas grandes, el mundo quiere vendernos que somos nuestros propios jefes, que sólo y únicamente importamos nosotros, nuestros objetivos y nuestras metas. Pero en la rutina, en el día a día, caemos en la cuenta de que vivimos en una constante burbuja pensando en el futuro o en el pasado, que no somos capaces de vivir bien el presente. Siempre necesitamos optar a tener o llegar a algo para poder alcanzar la felicidad, como si esa felicidad estuviera materializada y no poder vivir en paz hasta conseguirlo. Pero claro:

¿Qué ocurre si nuestro plan, nuestras metas, no se llegan a cumplir?

Cuando eso ocurre, nos llevamos una gran decepción, nos sentimos tristes, engañados, impotentes, y sobre todo, vacíos. Vacíos de no haber llenado esa expectativa, porque el haber puesto en nuestro corazón ese ideal, al no cumplirse, esa felicidad se destruye, se desmorona. El hecho de no haber cimentado nuestros deseos en la roca del amor de Dios da a lugar a que pongamos nuestra felicidad y nuestra expectativa en lo que soñamos y anhelamos. Y de ahí, separar nuestro corazón de Dios, aunque a lo que queramos optar sea algo bueno.

Todo eso nos lleva a no vivir bien nuestro día a día, porque siempre necesitamos motivarnos con algo, para poder avanzar.

La felicidad consta en vivir sin esperar nada

Dios nos quiere felices aquí y ahora, Él nos llama a trabajar y a esforzarnos por nuestros deseos, porque si Dios los puso en tu corazón, será porque tienen un propósito, un regalo que quiere que vayas desenvolviendo poco a poco. Que lo saborees y que disfrutes cada instante del proceso, que no esperes a tener el 100% del objetivo cumplido en tus manos para vivir verdaderamente alegre. Cultivar esa espera con fervor para acoger el resultado que Dios quiera. Saber apreciar esa espera como un gran regalo de Dios.

Cosechar con esfuerzo nuestros propósitos. Trabajar la constancia aunque los resultados a veces no sean proporcionales a lo que nos esperemos. Saber ver a Dios en lo sencillo, celebrar con Él cada pasito que podamos dar, por muy pequeños que sean. Porque siempre nuestros esfuerzos van a ser reflejados, aunque sean en cosas pequeñas. Darnos cuenta de que ese esfuerzo siempre va a ser mucho más grande si tenemos la intención de ofrecérselo a Dios.“Rezar como si todo dependiera de Dios, y trabajar como si todo dependiera de nosotros.”

Jesús ya nos lo explicaba con la parábola del grano de mostaza:

Nos ilustra cómo el reino de Dios comienza siendo pequeño, sencillo, casi invisible.

Pero crece hasta tener una gran influencia inmensa y transformadora en todo el mundo.

Así como una diminuta semilla de mostaza se convierte en un gran arbusto. Porque la obra de Dios en nuestros pequeños pasitos siempre empieza de forma humilde, pero siempre se expande de tal manera que no somos conscientes de su avance hasta que alzamos la vista atrás después de un tiempo.

Y ahí, es cuando caemos en la cuenta, que esa espera, cada caída, cada fallo, cada intento constante siempre ha tenido un propósito. Porque su plan es perfecto y todo pasa siempre por algo.

Pero claro, a veces no estamos muy seguros de que nos pide Dios en nuestro día a día. No sabemos distinguir bien la voz de Dios en nuestra rutina.

¿Debemos de seguir todos los pensamientos que se nos ocurran?

Tus pensamientos no son hechos. Son sólo visitantes, no tienes que creerles a todos los que aparezcan. Hay ciertos pensamientos que el enemigo los disfraza bajo capa de bien, como si se tratase de el mismo Dios hablando a través de ellos. San Ignacio de Loyola lo afirmaba en sus ejercicios espirituales: “El ángel malo se transforma en ángel de luz: entra con lo que el alma buena desea, y sale con lo suyo propio.”

Esto nos quiere decir que la tentación muchas veces no se trata únicamente con materia propia de pecado, no se presenta siempre como algo malo, puede presentarse «bajo capa de bien». Porque el corazón sincero y virtuoso que solo quiere buscar a Dios, el enemigo sabe que va a ser difícil llamarle la atención con el propio pecado, por ello lo que trata de hacernos es desvincular de nuestro corazón del amor verdadero. Y de ahí, poco a poco debilitarnos sutilmente para caer en el pecado. Nos hace debilitarnos en nuestro día a día, teniendo la cabeza pendiente en ideales, que aunque sean buenos, nos distraen de nuestras obligaciones en la rutina y nuestros actos buenos hacia el prójimo. Nos incapacita amar y entregar la vida por los demás, nos hace egoístas, que solo importa nuestro propio fin y por ende, que no sepamos llevar el amor de Dios a los demás. Que el fin de nuestra felicidad sea «el yo».

Todo esto, al final nuestro corazón hace que sigamos a ese ideal, que por consecuencia hace que no veamos a Dios, que no centramos nuestro corazón únicamente en él.

Que nos fiemos de la expectativa propia, y no dejemos actuar a Dios sobre nuestras vidas. Por esa razón, todos esos pensamientos o ideas que te vengan a la cabeza, por muy santas y buenas que parezcan, si te roban la paz del corazón y te desconectan del amor más puro, siento decirte que no es Dios quien te está hablando.

¿Cómo sé qué pensamientos vienen de Dios y cuales tratan de aparentarlo?

Un pensamiento, viene de Dios, cuando este entra en tu corazón como si la puerta ya estuviese abierta, sin hacer ruido, te da paz, te acerca a su amor, te hace ser más feliz. Te ilumina el corazón al querer entregarte por y para ello. Te palpita fuerte cuando se posa ese deseo en tu corazón.

En cambio cuando un pensamiento o un deseo no proviene de Dios, (independientemente de que sea algo bueno y santo) este te roba la paz de tu corazón, entra causando ruido interior, como si desordenara todo lo que tienes dentro.

Hace que no veas la luz, que no veas el amor de Dios, y que te distraiga de su amor, que solo gires en torno a ese pensamiento y no en torno al amor de Dios.

Por tanto, todo esto no quiere decir que estemos día tras día con una lupa investigando y desglosando profundamente nuestras decisiones. Que estemos viendo si algo es de Dios o no lo es.

Esto nos ayuda, para que, dentro de este mundo en el que todo vale, en el que el sentimiento que te produce algo prevalece más que la verdad. Dentro de todo esto, nos ayuda a poder discernir poco a poco distintas llamadas y deseos que surgen en nuestro corazón. Porque el enemigo puede desviarnos a través de esto, para confundirnos a la hora de responder al plan de Dios que Él tenga preparado para nuestras vidas, como la vocación.

¿Mis deseos siempre irán acorde al plan que Dios tenga para mí?

Cuando decimos que Dios es omnisciente(que todo lo sabe y todo lo conoce), es porque el plan que tenga preparado con tu vida siempre irá acorde al deseo interno del corazón. Él pone la semilla, nosotros somos los encargados de responder a esa llamada o no, mirar cómo de dispuesto está nuestro corazón. Ese deseo, se incrusta en nosotros, como una lapa, y aquí es donde el demonio trata de alejarnos de su plan, haciéndonos pensar que Dios tiene otras llamadas vocacionales con nosotros.

Aunque sean cosas buenas, que sean santas y que sean otros caminos de responder al amor de Dios, si Dios no tiene pensado que tomemos ese camino en nuestra vida. Por más que sea algo bueno, no significa que Dios te llame a ello.

Debemos saber discernir las voces que se depositan en nuestro corazón.

Porque el sentimiento a veces viene y a veces se va. El maligno trata de darnos esa falsa estabilidad, nos hace depender de ella, “esperar a sentir algo” para saber qué camino tomar. Pero no hay señal más clara que la paz que nos da Dios, porque el corazón es muy sabio, y sabe en donde descansar porque está en manos de quien lo creó.

Por ello debemos seguir a Dios, quererle y buscarle en las pequeñas cosas de la rutina, hacerlo todo por y para Él. Saber trabajar nuestros deseos sin idealizar resultados ni poner expectativas en ellos. Y que cuando en nuestro corazón se depositen ciertos deseos o dudas, sepamos ver si pertenecen a su plan, o son distracciones que nos separan de su amor y de nuestras obligaciones.

Alberto Segovia(Toledo) @albertosegoviia