La creación de Adán, recreada por Miguel Ángel en la Capilla Sixtina entre 1508 y 1512, es una de las obras más famosas del Renacimiento. Esta escena representa el momento en el que Dios da vida a Adán según el relato del libro del Génesis en el Antiguo Testamento.
A la izquierda aparece Adán recostado extendiendo su mano y a la derecha, Dios Padre rodeado de ángeles extendiendo su mano también. Sus dedos casi se tocan, pero no llegan a hacerlo. Ese pequeño espacio entre ellos simboliza la distancia entre lo humano y lo divino.
El dedo índice de Dios indica el poder creador divino; es un gesto de acción y autoridad al infundir el alma al hombre. Éste recibe el don de la inteligencia, la capacidad de pensar y amar. Sin embargo, el dedo índice de Adán está relajado mostrando la humildad, dependencia, necesidad… del Creador.
El espacio entre los dedos muestra que el ser humano está hecho a imagen de Dios, pero no es Dios; la dependencia del hombre de lo divino. Dios da la vida, el hombre la recibe.
“El dedo de Dios y el de Adán no se tocan. Esa chispa que falta es el misterio que mantiene viva la creación”, Federico Fellini (director italiano). El dedo de Adán necesita tocar a Dios, pero para ello hace falta voluntad, razón, amor…
La tensión eterna entre Creador y criatura, Miguel Ángel la representa de manera magistral. Tensión se refiere a un vínculo vivo, una cuerda estirada entre dos fuerzas: Dios creador, fuente de vida y perfección, y Adán, criatura imperfecta y dependiente de su Creador. Entre ambos hay un deseo de unión, pero también una distancia inevitable.
Ese dedo que no toca a Dios refleja la búsqueda humana incesante porque todos lo necesitamos en nuestra vida, y a la vez, el no poder comprender ni alcanzar todo por nuestra naturaleza limitada.
Es el momento del encuentro que nunca se completa, el deseo de elevarse, su miedo a caer, su anhelo de tocar lo infinito.
Dios extiende su mano para crear y la deja extendida; el hombre debe extender la suya para poder vivir plenamente. La verdadera creación se completa cuando el hombre pone de su parte para tocar lo eterno, debe alzar su mano, estirar su dedo. No solo hace falta el soplo divino sino también el deseo humano de alcanzarlo. La vida es para valientes que deciden tocar el cielo, con su voluntad, con ese dedo. Atrévete!!!!!!!
Marienma Posadas







