Somos obras de Dios

Cambiar el mundo

Sin Autor

Sirva de comienzo esta definición para dar pie a este artículo. Carisma: don gratuito que Dios concede a algunas personas en beneficio de la comunidad.

Es dentro de este concepto donde confluyen tres aspectos destacables: identidad, obra y Dios. Para aquellos que compartimos y somos partícipes de una vida de fe, nos es necesario ser parte de un grupo, una “familia” o una comunidad. Seguramente, no será fruto del azar que hayas llegado a ella, has sido llamado, invitado o traído de la mano y estarás formando parte de algo que va más allá. Un lugar en el que te sientes aceptado, cómodo e identificado con sus valores.

En primer lugar, la identidad es aquello que mantiene unido a la comunidad. Un fuerte sentido de pertenencia que te llama a seguir adelante y una voz interior que te dice: “Este es mi lugar”. La identidad no se trata solo sentir que perteneces, sino de reconocer que tienes un papel dentro de esa comunidad, que tu presencia importa y que el grupo no sería igual sin ti. Un grupo sin identidad es frágil. Se rompería con facilidad, se dispersaría. Pero cuando sabemos quiénes somos y hacia dónde vamos, entonces podemos caminar juntos, apoyarnos en los días buenos y en los malos, y ser de verdad comunidad.

En segundo lugar, continuamos siendo una obra de Dios en proceso. Dios no terminó contigo cuando naciste, ni cuando hiciste la Primera Comunión, ni con tu Confirmación… Y es que cada día que pasa, añadimos un ladrillo nuevo a esa obra. Pero construir no siempre es fácil: a veces avanzamos rápido, otras veces parece que retrocedemos… A veces los cimientos se tambalean, otras se consolidan… No estamos solos en esta construcción, nunca lo olvidemos, Dios nos sigue hablando y poniéndonos a prueba. Esta obra no se detiene: tú decides si seguir construyendo o si dejas que se derrumbe.

“Pues ya sabéis que la prueba de vuestra Fe produce constancia”- Santiago 1:3

Por último, todo esto tiene un motivo y un centro: Dios. Estamos aquí porque hay alguien que ha pensado en ti, que te ha soñado, que quiere que estés en este lugar, con estas personas, en este preciso instante. Pero seamos honestos: a veces es difícil sentirlo. A veces dudamos de que esté ahí, nos preguntamos por qué nos ocurren ciertas cosas o por qué parece que calla. Y está bien que nos planteemos eso.

Dios no se asusta de tus preguntas ni de tus enfados. Al contrario, quiere escucharlos. La fe no es tener todas las respuestas claras, sino atreverte a buscarle incluso cuando no entiendes nada. Darle su lugar a Dios no significa olvidarnos de nosotros mismos. Al contrario, significa descubrir quiénes somos en realidad, qué lugar ocupamos en esta historia que Él está escribiendo. Cuando lo ponemos en el centro, todo lo demás encuentra su sitio.
Vuelve a leer la definición con la que iniciábamos, no importa el contexto de tu comunidad, no se trata de que sea mejor o peor sino de contribuir a hacer una Iglesia más rica, porque todos somos obras de Dios y tenemos cabida en ella.

Porque sí, todos los carismas unen y de ello, intento aprender cada día.

“La Iglesia no es una aduana”-Papa Francisco en el marco de la JMJ Lisboa 2023

José Alberto Suárez Torres