Todos los días en mi recorrido habitual paso por delante de la Martin Luther Kirche, una discreta capilla en la calle Brusi, donde se reúne la comunidad evangélica alemana de Barcelona. Hoy, al pasar por delante de la puerta, mi hermano Ramon me ha contado que en los años 1928-1930 el famoso teólogo Dietrich Bonhöffer (1906-1945) fue vicario de esta comunidad, que entonces se reunía en otro lugar de Barcelona (en la calle Moià, sobre la Diagonal entre Tuset y Aribau).
Me ha impresionado esta conexión y me ha llevado a releer las notas que tomé hace años cuando leí el diario de Bonhöffer de 1943 en la prisión en Berlín, publicado con el título Resistencia y sumisión (Libros del Nopal, Ariel, Barcelona, 1971, 2ª ed.). Fue ahorcado en el campo de concentración de Flossenbürg el 9 de abril de 1945, acusado de participar en la conspiración para matar a Hitler en el malogrado intento del 20 de julio de 1944.
Al releer mis anotaciones me he detenido en dos que escribe en 1943 en la cárcel de Berlín. La primera sobre su control de la imaginación: «Leo, reflexiono, escribo, voy de un lado para otro —y a decir verdad sin que me dé de cabeza continuamente contra las paredes como un oso polar—. Se trata simplemente de atenerse a aquello que uno aún tiene y aún puede hacer, que todavía es mucho, y reprimir la aparición de todo pensamiento acerca de lo que no puede hacer» (p. 42).
Y la segunda, después de una noche de bombardeo sobre Berlín donde vivían sus padres: «Resulta extraño constatar cómo, en noches así, solo nos afecta el pensamiento de aquellos seres sin los que no quisiéramos vivir, mientras que la preocupación por uno mismo retrocede a un segundo término, o bien desaparece del todo. Solo entonces nos damos cuenta de la íntima conexión entre nuestra vida y la vida de otros seres, y cómo el centro de nuestra vida se halla fuera de nosotros mismos, hasta el punto de que ya no nos podemos considerar como individuos aislados» (p. 62).
En estos tiempos de tantas distracciones y de tanto individualismo egoísta impresiona la hondura personal de estas anotaciones de Dietrich Bonhöffer, del que tanto podemos aprender.
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* Jaime Nubiola es profesor emérito de Filosofía, Universidad de Navarra, España (jnubiola@unav.es).