Frassati-Acutis

Cambiar el mundo

Javier Pereda Pereda

El próximo domingo 7 de septiembre, el Papa León XIV declarará santos a dos laicos italianos: Pier Giorgio Frassati y Carlo Acutis. El turinés Pier Giorgio falleció en 1925 de poliomielitis, a los 24 años; el milanés Carlo murió en 2006 de leucemia, a los 15 años. Llama la atención que alcancen la santidad con tan corta edad, lo que ha ayudado a que cientos de jóvenes imiten sus atractivas vidas. San Pablo —tan leído por Frassati— recuerda a los de Éfeso que “Dios nos ha elegido antes de la constitución del mundo para que seamos santos”.

Por lo tanto, todos están llamados a la santidad; no sólo los sacerdotes o religiosos, sino también los laicos, los adolescentes, las mujeres, de cualquier raza o condición. Puede parecer que la santidad se presenta como una meta inalcanzable, a la que sólo unos pocos privilegiados pueden conseguir. Sin embargo, la realidad que nos muestran estos muchachos es bien distinta. Porque el principal artífice de la santidad no es tanto el empeño personal como la gracia de Dios.

Los santos se han dejado moldear y conducir por la acción del Espíritu Santo, sin el cual hubieran sido estériles sus esfuerzos. El mérito de la santidad hay que atribuírsela de forma principal a Dios. Estos futuros santos se han presentado como modelo a seguir en las Jornadas Mundiales de la Juventud celebradas en Sídney, Seúl y Lisboa, porque al conocer su historia, sus luchas espirituales, animan a imitar su amor a Dios y a los hombres por Él. Eran especiales pero normales, alegres y divertios, no hacían cosas raras, disfrutaban de las cosas buenas de la vida. Carlo será el primer santo en zapatillas de la generación milénica, estudiante, bromista, simpático, sobrio, positivo, no se quejaba, ni hablaba mal de nadie, utilizó las tecnologías para evangelizar.

Pier Giorgio provenía de una familia acomodada, su padre era propietario del periódico liberal “La Stampa”, aficionado a la montaña donde encontraba a Dios, estudió ingeniería de Minas para ayudar a los trabajadores, con muchos amigos, criticó el fascismo de Mussolini porque cercenaba la libertad, participaba en actividades universitarias, dominaba varios idiomas y recitaba a Dante. Con su ejemplo cristiano consiguieron que sus padres practicaran la fe.

Existe entre ellos algunas coincidencias: el amor a Jesús en la Eucaristía, a la Virgen y a los desfavorecidos. Carlo decía que “La Eucaristía es mi autopista hacia el cielo”. Al recibir la primera comunión con siete años manifestó: “Estar siempre unido a Jesús, este es mi programa de vida”; asistía a misa todos los días y se confesaba cada semana. Se dio cuenta que la Eucaristía es central pues significa que Jesús está siempre presente entre nosotros.

Le sorprendía que hubiera colas para entrar a los partidos de fútbol y no para estar con Jesús en las iglesias. Esto le llevó a difundir en internet y en la catequesis los milagros eucarísticos sucedidos en la historia. Estudió la vida de santos como Luis Gonzaga, Tarsicio, Francisco de Asís, Antonio de Padua, Domingo Savio, Francisco, Jacinta y Lucía. Se le conoce como el “Ciberapóstol de la Eucaristía” y es el patrono de los programadores. La Virgen era “la única mujer de mi vida” y rezaba diariamente el santo Rosario, fruto del estudió de las apariciones de la Virgen en Lourdes y en Fátima.

Pier Giorgio basaba su intensa labor en favor de los pobres en la recepción diaria de Jesús en el Sacrificio del altar. San Juan Pablo II le calificó como “el hombre de las bienaventuranzas”, que “vivió la revolución de la caridad” y transformó el mundo con pequeños gestos en favor de los más necesitados. Sus padres estaban sorprendidos de la generosidad que dispensaba con los indigentes al darles sus zapatos, el abrigo o les pagara sus gastos. Es el patrono de los jóvenes, estudiantes y montañeros. Llevaba siempre un rosario y compartía el rezo con sus amigos. Seguro que conocemos a algún santo: “los de la puerta de al lado”. Para declarar la santidad de una persona se necesitan dos milagros probados y alcanzar fama de santidad.

Frassati y Acutis han conseguido con su testimonio un reconocimiento mundial de sus virtudes heroicas. En estos tiempos convulsos, aparecen personas buenas que provocan admiración, y su presencia resulta muy necesaria, porque estas crisis mundiales son crisis de santos.