La película Un ciudadano ejemplar, dirigida por F. Gary Gray y protagonizada por Gerard Butler y Jamie Foxx, comienza con un crimen brutal: Clyde Shelton (Butler) presencia el asesinato de su esposa e hija durante un robo en su propia casa. El fiscal Nick Rice (Foxx), decidido a asegurar una condena sin comprometer su alto porcentaje de encarcelamientos, pacta con uno de los culpables una pena reducida a cambio de testificar contra el otro.
Diez años después, ese acuerdo se convierte en la chispa que desata una serie de asesinatos y atentados milimétricamente calculados por Shelton, quien, desde la cárcel, parece ir siempre un paso por delante. Lo que empieza como un caso judicial se transforma en una guerra psicológica y moral que invita a reflexionar sobre las carencias del sistema.
Me resulta especialmente interesante cómo la historia aborda la tensión permanente entre legalidad y justicia material, cuestionando de raíz qué significa realmente este concepto y qué ideales lo sustentan. La trama presenta una paradoja inquietante: un hombre culpable de un asesinato brutal logra, gracias a pretextos legales, eludir gran parte de la condena que le correspondería por tan atroces crímenes. Esto enfrenta dos realidades distintas: lo “justo” según la ley y lo justo en un sentido moral o absoluto.
El Derecho se apoya en normas y procedimientos que buscan proteger derechos y evitar abusos, pero no siempre consigue reflejar la justicia ideal. En la tradición jurídica se repite que la justicia perfecta solo puede ser administrada por Dios, lo que pone de manifiesto nuestras limitaciones humanas para aplicarla plenamente. Entonces, ¿cómo confiar en un sistema que declara justo un resultado que a la mayoría le parece moralmente inaceptable? La película nos plantea si la justicia es un valor absoluto o una convención social que, aunque imperfecta, sigue siendo la mejor herramienta de convivencia.
El límite entre justicia y venganza no es solo un argumento cinematográfico, es algo que aparece en nuestras vidas cotidianas, aunque en menor escala. Para cualquiera, puede manifestarse en situaciones tan simples como negarse a pasar apuntes a un compañero que suele “escurrir el bulto”, o en la tentación de “devolver el golpe” a través de redes sociales ante una crítica pública o un comentario malintencionado.
También está presente en contextos más serios, como el bullying, donde hay quienes fantasean con el momento de ajustar cuentas con quienes les hicieron daño. En todos estos casos, el impulso inicial es restablecer un equilibrio, pero la línea entre reparar un daño y alimentar un ciclo destructivo es fina y fácil de cruzar. Como dice Shelton: «No se trata de lo que es justo, se trata de lo que es correcto», una afirmación que suena noble pero que, mal canalizada, se convierte en combustible para la venganza.
La literatura y el cine han explorado esta frontera con enorme intensidad. En El conde de Montecristo, Edmond Dantès dedica su vida a vengarse de quienes lo traicionaron, para descubrir que su victoria tiene un alto coste personal. Algo parecido vemos en títulos como V de Vendetta, Kill Bill o incluso en la figura de Batman, donde el trauma de su infancia se convierte en un motor de justicia que a veces roza la venganza.
La moral cristiana nos indica que «No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios» (Romanos 12:19), advirtiendo que la justicia personal rara vez trae verdadera paz. El cine, sin embargo, nos seduce con la catarsis de ver al “justiciero” triunfar, pero también nos advierte del precio que se paga cuando el castigo se convierte en el centro de la vida.
En esta historia, Clyde Shelton se consume por completo en su cruzada, hasta convertirse en aquello contra lo que lucha, es un patrón que no solo vemos en muchísimas historias. Al final, cabe preguntarse: ¿puede una causa justa seguir siéndolo cuando los medios para alcanzarla se vuelven injustos? Y, si la justicia se confunde con la venganza, ¿no corremos el riesgo de destruir aquello que intentábamos proteger? Aunque la indignación y el deseo de justicia sean motores poderosos, no podemos dejar que la rabia marque nuestro rumbo. Al final, no se trata solo de ganar la batalla, sino de decidir qué tipo de persona quieres ser cuando todo acabe.
Ficha técnica:
Título original: Law Abiding Citizen
Año: 2009
Dirección: F. Gary Gray
Reparto: Jamie Foxx, Gerard Butler, Bruce McGill, Colm Meaney, Leslie Bibb, Michael Irby, Regina Hall
José Carcelén Gómez