Un cartel en el cielo de Hong Kong: «Jesús es Dios»

Cambiar el mundo

Sin Autor

En medio del bullicio y las luces interminables de los rascacielos de Hong Kong, ha captado la atención de mi cuñada china un mensaje que atraviesa la ciudad: sobre una pantalla gigante —visible a cientos de metros entre las torres— aparece una frase que no anuncia ni móviles, ni zapatillas, ni conciertos, sino algo mucho más radical: “Jesús es Dios”.

Ese mensaje —tan simple y tan valiente— se eleva entre pantallas publicitarias, como si alguien hubiese querido decirle a toda una ciudad que en medio del ruido, Dios sigue ahí, vivo, real, esperando ser encontrado.

1. Luces que no llenan

En una ciudad que brilla de noche como un circuito eléctrico, este mensaje suena a provocación. Porque vivimos rodeados de luces… pero a veces por dentro estamos apagados.

Esta semana, Rosalía lo decía sin rodeos: “no estoy llena”. Lo tenía todo —éxito, fama, amor, arte, dinero— y, sin embargo, algo dentro de ella seguía vacío. Su frase es un eco de lo que muchos sienten, incluso los que parecen tenerlo todo.

Y entonces, justo en la otra punta del mundo, una pantalla gigante grita: “Jesús es Dios”. Dos frases distintas, pero unidas por una pregunta que atraviesa el corazón: ¿Qué es lo que realmente llena?

2. La sed que todos llevamos dentro

A veces intentamos llenar el corazón con likes, viajes, series, gym, gente… pero al final del día sigue habiendo un hueco. Ese hueco tiene nombre: sed. Sed de amor auténtico. Sed de sentido. Sed de paz. Y esa sed —aunque no lo digamos en voz alta— nos acompaña siempre.

Jesús, hace dos mil años, le dijo a una mujer que también buscaba llenar su vida: “El que beba del agua que yo le daré, no volverá a tener sed jamás.”

El mensaje del cartel en Hong Kong es justo eso: una llamada a mirar más arriba. A recordar que solo Dios sacia la sed del alma. Todo lo demás refresca un rato… pero no llena.

3. Rosalía y las monjas: dos historias, una búsqueda

Es curioso: Rosalía confiesa que no está llena. En cambio, las monjas —esas mujeres de clausura que el mundo casi no ve— muchas veces dicen lo contrario: “estamos llenas”.

¿Llenas de qué, si no tienen nada? De Dios. De oración. De silencio. De sentido.

Mientras una busca sin parar y confiesa su vacío, las otras han parado el ruido y han descubierto una fuente interior que no se agota. No porque sean mejores, sino porque han encontrado el lugar donde beber.

Y no hace falta ser monja para eso. Hace falta abrir el corazón. Reconocer, como Rosalía, que algo me falta. Y atreverse, como el cartel de Hong Kong, a creer que ese algo tiene nombre: Jesús.

4. Jesús en medio de los rascacielos

Imagina caminar por Hong Kong, levantar la vista y leer “Jesús es Dios” entre los anuncios de coches, relojes y perfumes. Ese mensaje brilla como un faro en medio del ruido. No ofrece nada que se compre, pero ofrece todo lo que llena.

Es un recordatorio de que la fe no es cosa del pasado, ni solo de las iglesias: es una luz que se enciende en mitad de la ciudad, en el corazón de cada uno.

5. Solo Él llena

Hay vacíos que solo Dios puede llenar. Y eso no se entiende hasta que lo pruebas. Quizás hoy no tengas un cartel luminoso frente a ti, pero sí tienes una invitación en el corazón: “Ven a mí y te daré descanso.”

Porque sí, el mundo promete mucho, pero solo Jesús cumple del todo. Y mientras las luces de Hong Kong se apagan, esa frase sigue brillando en el alma de quien la escucha de verdad: Jesús es Dios. Y solo Él llena.

Pablo López