Una vez me preguntaron que si fuera un superhéroe, qué poder elegiría. Me puse a pensar porque enseguida tuve una respuesta: “Yo lo tengo claro, el de Shazam, es decir, velocidad, fuerza y vuelo”.
Estuve analizando los diferentes tipos y pensé que todos podían llegar a ser muy útiles.
Spider-Man trepa muros, tiene fuerza y agilidad sobrehumanas.
Hulk tiene fuerza y resistencia increíbles; además cuanto más se enoja, más fuerte se vuelve.
Captain América posee súper fuerza, agilidad, reflejos….
Ant-Man puede hacerse muy pequeño o muy grande.
Superman tiene super fuerza, vuela, visión láser y súper oído.
Flash puede viajar en el tiempo.
Aquaman controla el mar y posee fuerza sobrehumana.
La verdad que es difícil decisión. En varios momentos usaría cualquiera de ellos para enfrentar desafíos. Pero hay uno que no aparece en los cómics y es el más efectivo: la FE.
La FE es fortaleza invisible, da fuerza interior para no rendirse en la tristeza, el miedo o las pruebas. Es guía y claridad, ayuda a discernir lo que está bien o mal. Es esperanza y nos hace soñar en grande. Es protección contra el mal, así como el escudo del Capitán América. Es un Amor transformador que mueve a amar a los demás.
Jesús decía: “Si tuvieras fe del tamaño de un grano de mostaza, dirías a este monte: muévete de aquí para allá, y se movería” (Mt 17,20). Con la FE lo imposible se vuelve posible.
La FE no me hace levantar edificios ni viajar en el tiempo, pero me da algo mucho más valioso: me ayuda a levantarme cuando me caigo, a confiar cuando todo parece perdido y a seguir adelante cuando tengo miedo. La fe me recuerda que hay un plan mejor para mi vida y que siempre puedo confiar en que Dios me sostiene. Además la fe no se gasta, no se acaba, no se rompe. Es un superpoder que crece cuanto más lo uso, y que sirve para ayudar a los demás.
Por eso, entre todos los superpoderes yo me quedo con éste: la FE, el poder de creer y confiar en Dios, que convierte lo imposible en posible, la vida en una aventura.
Marienma Posadas