Fue un buen amigo quien me recomendó hablar de El hombre tranquilo (1952), dirigida por John Ford y protagonizada por John Wayne. Después de haber escrito sobre Chef (2014), una película sobre la búsqueda de sentido a través del oficio, me parece interesante explorar otra forma de redención personal, esta vez ambientada en la Irlanda rural, con su verde intenso y sus tradiciones arraigadas. La dupla Ford–Wayne es un clásico en sí misma, y siempre merece la pena volver a ellos. La historia sigue a Sean Thornton (Wayne), un boxeador retirado que regresa desde América al pueblo de sus raíces, buscando dejar atrás un pasado marcado por la violencia. En su camino hacia la tranquilidad se encuentra con Mary Kate Danaher (Maureen O’Hara), una mujer de armas tomar con quien decide casarse, pese a la oposición familiar y las costumbres locales.
Lo que primero cautiva es la atmósfera visual, los paisajes de Irlanda parecen postales vivientes, con una luz suave y una composición visual que Ford domina magistralmente. El pueblo, con su taberna, campos y tradiciones, está impregnado de un humor regional que roza la caricatura, pero siempre con un toque tierno hacia sus personajes. Esa combinación de humor y costumbres, junto con la presión social y los acuerdos susurrados, otorga a la película un ritmo pausado y lleno de encanto.
John Wayne, lejos del vaquero rudo de sus westerns más conocidos, interpreta aquí a un hombre comedido, marcado por la culpa, que busca empezar de nuevo sin recurrir a la violencia. El personaje de Thornton es interesante porque se debate entre su pasado impulsivo y su deseo de ser mejor. Hay en él una humanidad que aflora poco a poco, y que encuentra en Mary Kate un motivo para cambiar. La historia de amor funciona como motor narrativo y como símbolo de esa paz interior que el protagonista tanto ansía.
Para quienes están más familiarizados con las entrañables comedias costumbristas de Paco Martínez Soria, El hombre tranquilo puede resultar sorprendentemente similar en algunos aspectos. Salvando las distancias de que se trata de una producción estadounidense ambientada en la Irlanda rural de los años cincuenta, comparte con aquellas películas el humor que nace del choque de mundos y ese cariño por la vida de pueblo, con sus tradiciones absurdas y sus personajes exagerados pero entrañables. Es, en el fondo, la historia de un hombre que vuelve a sus raíces en busca de paz, rodeado de un paisaje que parece sacado de un cuento y de una comunidad que, como tantas veces pasa en este tipo de cine, es tan complicada como acogedora.
Sin embargo, la película también refleja la época en que fue rodada. Algunas escenas, como la resolución conyugal en la que Thornton arrastra a Mary Kate por el campo, hoy resultan incómodas y muestran cómo han evolucionado nuestras sensibilidades respecto a las relaciones de pareja. Aun así, El hombre tranquilo sigue siendo una obra valiosa, tanto por su retrato casi legendario de Irlanda como por sus personajes secundarios inolvidables, y por ofrecer un registro distinto de John Wayne, lejos del típico héroe rudo.
Aun así, El hombre tranquilo es una obra que vale la pena ver. Por su valor como retrato de una Irlanda de leyenda, por su fotografía, por los secundarios carismáticos, y por ver a John Wayne en un registro menos habitual. Para muchos, la propuesta que plantea la película puede resultar especialmente interesante: Thornton no es perfecto, pero busca redención, y eso lo hace profundamente humano. Aunque al final recurra a la violencia para resolver el conflicto, no lo hace desde el mismo impulso que lo llevó a abandonar el boxeo, sino como un gesto inevitable dentro de un entorno que no parece permitir otra salida. ¿Puede un hombre fuerte ser también un hombre que elige no pelear? Tal vez sí, aunque a veces el mundo le obligue a levantar los puños una vez más, solo para poder dejar de hacerlo.
José Carcelén Gómez
Ficha técnica:
Dirección: John Ford
Título original: The Quiet Man
Año: 1952
Reparto: John Wayne, Maureen O’Hara, Barry Fitzgerald, Ward Bond, Victor McLaglen, Mildred Natwick, Francis Ford, Elieen Crowe