Una llamada a la misión

Cambiar el mundo

Sin Autor

Recientemente hemos celebrado la festividad de Pentecostés, todo un momento de gracia para nosotros, los cristianos. Por tanto, es un buen momento para “hacer una llamada a la misión”, esa que comenzaron los primeros seguidores de Jesús. Cada uno a su manera, mejor o peor recibida, pero con una meta común: fortalecer, extender y profundizar en el testimonio que se les encomendó. Esto se encuentra muy presenta en nuestros días, ¿acaso no existen personas con sed de Dios? ¿Jóvenes con inquietudes en busca de consejo? ¿Adultos con miedos e inseguridades? Por supuesto, cada persona en su realidad, puede experimentar todos estos interrogantes.

Cuando éramos pequeños, se nos mostró que el Espíritu Santo se posó sobre las cabezas de los apóstoles y que entendieron que era el momento de ponerse en marcha y enseñar lo que Jesús les enseñó. Ya como adultos, probablemente, sepamos que ese “fuego” que iluminó la estancia donde estaban los apóstoles, eran los dones del Espíritu Santo (sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios). No hay uno mejor que otro, simplemente todos nos dan la fuerza y la valentía para anunciar el Evangelio.

Por supuesto, en los días que corren, todo cristiano debería tener bien presente estos dones anteriores, aunque contraste con lo que nos quieren vender y puede llegarnos a través de la redes sociales y medios de comunicación. No olvidemos lo verdaderamente importante.

Reivindico, también, la necesidad que tenemos de nutrirnos y formarnos como cristianos, que no se pierda ese plano individual en el que la oración juega un papel fundamental. Así, será más fácil que el mensaje se comparta, podamos reflexionar sobre él mediante perspectivas de otras personas y descubramos cosas que antes no sabíamos. Y es que, por tanto, una fe compartida llena más, unos dones compartidos, nos retroalimentan.

Para concluir, me gustaría compartir con vosotros el comentario de un pequeño de tres años en una clase hace solo unos días. Precisamente, vimos un vídeo que de una forma sencilla les explicaba algo tan complejo. Y ante el ruido de clase, le dijo a su compañero: “Calla, que ahí está Jesús.”

Quizás, este niño ha empezado a comprender un poco todo esto y los adultos tenemos que aprender bastante de su comentario. Aprender a alejarnos de tanto ruido para poder luego darnos a los demás. Que la llamada personal, pero que la respuesta sea comunitaria.

Nadie enciende una lámpara para taparla con un cajón; la ponen más bien sobre un candelero, y alumbra a todos los que están en la casa. (Evangelio según S. Mateo, 5, 16).

José Alberto Suárez Torres