Javier Pereda Pereda

La ciudad de Jaén se prepara para celebrar a la Excelsa Patrona principal, Nuestra Señora de la Capilla. Este año se conmemora el 595 aniversario del Descenso de la Virgen María al Santo Reino, la noche del 10 al 11 de junio.

Qué más da que para algunos, como el Deán Mazas, se trate de una piadosa tradición; o que, como sostiene la gran mayoría, sea una constatación histórica adverada con testigos ante notario, de que nuestra Madre hizo el recorrido desde la Catedral a la Reja de la Capilla. La fe del pueblo de Jaén no necesita, para creer que la Virgen realmente se apareció, lo que el apóstol Tomás esgrimió a los diez apóstoles testigos de la resurrección de Cristo: “Si no veo en sus manos la marca de los clavos, y no meto mi dedo en el lugar de los clavos, y no meto mi mano en su costado, no creeré” (Jn 20,24-25).

Tampoco es exigible a la Iglesia una declaración de que la Dueña descendiera en 1430 a estas tierras de María Santísima. Con la Virgen de la Capilla, como sucediera después en Guadalupe, Lourdes, Fátima, y antes en el Pilar, se palpa una presencia viva de la Virgen. Buena prueba de ello son los más de 60 matrimonios canónicos (hace diez años 100) que se celebran todos los años en el Santuario de Nuestra Señora de la Capilla, los 600 niños que acuden semanalmente a la catequesis, las 80 parejas que se preparan para el matrimonio o los 130 bautizos.

Es uno de los lugares en donde siempre hay un sacerdote disponible para oír las confesiones. Llama la atención las numerosas personas que asisten a misa, a rezar el rosario o a pedir alguna intención a la Virgen. Conozco a algunos que todos los días se pasan a saludar a la Virgen en la “Reja”. Se hace realidad lo que escribe el apóstol de las gentes: “Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para que alcancemos la misericordia” (Hb 4,16).

Por eso se entiende el despliegue festivo en esta Feria Chica de la Virgen de la Capilla, durante los primeros días del mes de junio, tanto por la Cofradía como por parte de la Corporación municipal, porque no en vano es la Alcaldesa Mayor de Jaén, con su vara de mando y fajín. A ver con qué manto nos sorprende el actual hermano mayor, José María Francés, pues es el secreto mejor guardado. Si el rojo de los Condes de Corbull, el rosa de su Coronación o el blanco regalo de Isabel II.

El 10 de junio, en la misa a los cofrades fallecidos, como abogada nuestra le pedimos: “Ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte”. Por la noche, se reza la oración que en repetidas apariciones ha manifestado ser la que más le gusta: el Santo Rosario. En este caso, el tradicional y antiquísimo Rosario de San Bernabé, desde la Basílica de San Ildefonso a la Catedral con vuelta hasta la “Reja”.

El próximo miércoles coinciden la fiesta religiosa y la laboral. Por la mañana, el señor obispo presidirá la solemne misa del cabildo catedralicio y municipal. Un modelo de cooperación Iglesia-Estado. Por la tarde, la Magna Procesión. Si por casualidad existiera alguno que nunca hubiera asistido, le recomendaría: “ven y verás” (Jn 1,46).

Hay procesiones muy emblemáticas en la ciudad, como la del Corpus Christi o la del “Abuelo”, pero esta tiene algo especial. No sólo porque mucha gente acompaña a la Virgen rezando y agradeciendo aquel desvelo maternal suyo. Se cuidan los detalles pequeños de cariño de los horquilleros vestidos con traje y corbata de azul marino y camisa blanca, para agasajar a la Madre de todos los jienenses.

Emociona la lluvia de pétalos de rosas que desde los balcones se lanzan, al pasar la Madre de la Iglesia, al son de la marcha “Plegaria de Salud”. Las miradas rendidas de cariño se dirigen al “primer Sagrario” de Jesús, su Madre. A todas las mujeres les gustan los piropos, y también a la Esperanza nuestra, Causa de nuestra alegría, Reina de la familia, Reina de la paz. Como en Caná de Galilea, nos dice: “Haced lo que Él os diga”. Porque “A Jesús siempre se va y se vuelve por María” (Camino 495).