En una sociedad que evoluciona a pasos agigantados con vistas a potenciar lo tecnológico y lo artificial, continúa siendo imprescindible e innato a las personas, la necesidad de creer y tener contacto con el de al lado.
La realidad es que seguimos formando parte de una vorágine de tareas dentro de una rutina que nos estresa, agobia e impide que tengamos un momento para nosotros mismos que puedan servir de pausas para reflexionar y desconectar ya sea con uno mismo o con familiares y amigos. ¿Tiene por tanto cabida la fe?
La respuesta es sí. Si tenemos en cuenta el plano individual en el que un cristiano debe moverse, no podemos obviar su importancia puesto que a medida que vamos creciendo, surgen nuevas preguntas y dudas que debemos ir resolviendo y nos hacen poner a prueba nuestra fe. Es decir, la fe debe de trabajarse y encontrar cómo alimentarla. Es cuestión de llamar a la puerta y no de esperar a que se nos abra.
En este sentido, puede jugar un papel muy importante, el plano social de la fe. Quien escribe estas líneas, lo entiende como encontrar un grupo de referencia en el que puedes crecer en este aspecto. Desde hace mucho tiempo, formo parte de una comunidad que me llena, complementa y ayuda a vivir mi fe. A sentir que el mensaje de Dios está muy vivo y presente en el día a día.
¿Pero qué ocurre con aquellas personas que no se identifican con nada de lo comentado? ¿Qué imagen tienen de Dios y de su mensaje? La respuesta es bien sencilla: nosotros. No se trata de imponer nada a nadie, ni de establecer un discurso que trata de convencer acerca de una posible superioridad moral. Todo lo contrario, no es una imposición. Se trata de actuar en base a unos valores, de ser cercano y abiertos y amar al prójimo.
La fe es aquella seguridad que nos abre y acerca al proyecto de Dios, pero nació con vistas a ser compartida, que cale en cada uno de nosotros, pero seamos capaces de mostrarla al mundo, extenderla sin alardes, que sea Dios el que hable.
“Este es el desafío de un cristiano: ser fecundo en la transmisión de la fe.”- (Papa Francisco, 2018).
José Alberto Suárez Torres