El mes pasado, en el colegio de mi hija organizaron una actividad muy completa y necesaria para los chicos adolescentes.
Nos pidieron, a los padres, que redactásemos una carta para expresarles nuestro amor por escrito. Se trataba de un experimento para que pudiesen leer en un papel, nuestros sentimientos y consejos, para despertar emociones que los chicos de la era digital no están acostumbrados a sentir.
Cuando me dispuse a redactar la carta pensé en lo rápido que había pasado el tiempo, en todo lo que habíamos vivido mi hija y yo a lo largo de sus dieciocho años de vida y lo importante que había sido Dios en todo ese camino. Por eso quise plasmar en la carta el convencimiento de que uno de los mejores legados que le dejo a mi hija es la fe.
Y, entre otras cosas más personales, le escribí lo siguiente:
Te enfrentarás a situaciones de todo tipo, pero siempre habrá algo que no te va a fallar: DIOS. No pierdas la fe porque como decía nuestra tocaya, Santa Teresa de Jesús: sólo Dios, basta. Tenemos que caminar hacia Él. (…)
Ojalá vivas una relación sana con la persona adecuada para formar tu familia. Una familia es muy importante, es una de las cosas más bonitas y gratificantes de la vida. Ojalá encuentres a una buena persona, responsable, cariñosa, trabajadora, para caminar juntos.
Mi Teresita, vuela alto, muy alto, no pierdas la fe y acuérdate de ser siempre educada.
Después de leer la carta, con la que se emocionó, me confesó algo:
Gracias Mamá, y mira la estampita que llevo en la funda de mi móvil, es de Santa Teresa y dice “sólo Dios basta”.
¡Qué alegría! Para mí fue una gran satisfacción porque de forma silenciosa, con las palabras y los hechos, año tras año, en un seno familiar católico, sin imposiciones ni engaños, hemos conseguido que nuestra hija sea una católica más, que ha comprendido que la fe y nuestro amor a Dios es lo más poderoso que tenemos. Su presencia nos ayuda a ser mejores personas y profesionales.
Gracias Dios por la hija que tengo y por ayudarme a criarla. Gracias por haberme mostrado siempre luz en los omentos de oscuridad y por ayudarme cuando todo se complicaba, cuando estaba perdida, cuando me vi sola con una niña y desorientada.
Gracias por indicarme con señales tan claras lo que estaba bien y lo que estaba mal y por permitirme llegar a este estado de paz, amor y fortaleza que cada día comparto con los demás.
Las madres no nos cansamos de esperar y estaremos siempre, pero nuestros hijos han de ser personas independientes e íntegras para tomar sus caminos. ¡Que nunca pierdan la fe!
Teresa Egerique Mosquera
Doctora en Periodismo.