Javier Pereda Pereda

El Centro de Estudios, Formación y Análisis Social ha elaborado un informe sobre “Constitución y familia. Un principio fallido”, en donde señala la escasez de matrimonios, la baja natalidad y el débil apoyo económico a la familia.

La institución natural y universal de la familia es el fundamento de la sociedad, y por eso tiene derecho a la protección del Estado. Sin embargo, en nombre de la libertad y con una concepción nihilista, desde organismos como la ONU o la UE, se ha implantado una legislación para deconstruir a la familia.

La familia y la vida, dos aspectos de una misma realidad, en los últimos 46 años han sido objeto desde los poderes públicos de una ingeniería social, alterando el devenir de la naturaleza humana. La mayoría de los partidos políticos, con una visión cortoplacista de la realidad social, continúan sin abordar las causas de la alarmante situación demográfica.

En las elecciones europeas del domingo los partidos enarbolan la Agenda 2030 (promociona la anticoncepción, el aborto y la desnaturalización del matrimonio), que contraviene el desarrollo sostenible más importante: la ecología de la vida humana. La población occidental continúa envejeciendo desde hace diez años, porque existen más defunciones que nacimientos; la tasa media de hijos por mujer es de 1,24, mientras que el índice de reemplazo generacional se encuentra en 2,1. Con la legalización del aborto, se ha impedido el nacimiento de más dos millones de personas en los últimos veinte años, en detrimento de los futuros cotizantes al sistema social de pensiones.

El matrimonio ha alcanzado el estatus de constituir una especie digna de la máxima protección social, porque cada vez se celebran menos matrimonios y aumenta el número de divorcios y separaciones, lo cual incide en la baja natalidad. Se ha devaluado el significado del matrimonio y con ello la tasa de nupcialidad, y ha convertido el divorcio en una auténtica pandemia. De cada cien bodas, más del 60% acaban divorciándose; de éstos, un tercio antes de cumplir los veinte años de casados.

Las rupturas matrimoniales, además, inciden en la salud pública, tanto en el aspecto físico como psicológico, causan profundo dolor en los hijos y el entorno familiar, repercute en el trabajo y en la situación económica.

La quiebra familiar presenta otro aspecto inquietante: la soledad; existe más de cinco millones de españoles que viven en soledad, que afecta al 28% de los hogares.

Tendrían que potenciarse las políticas económicas de apoyo a la familia con la disminución del desempleo, aumento de salarios, oferta de viviendas asequibles, bajar los impuestos, ordenar la inmigración o fomentar la contratación. Estos datos tendrían que hacernos pensar. Los políticos señalan la agenda y los términos de las propuestas a debatir. Pero el verdadero protagonista es la sociedad civil, que tendría que adelantarse y no inhibirse ante la voracidad electoral de los partidos.

La cultura occidental, materialista y hedonista, al abandonar la familia, hace dejación de sus principales principios originarios: la familia y la vida. Alguien tendrá que volver a explicar que la familia es una fuente de riqueza humana y espiritual para la sociedad. Pero la culpa no es exclusiva de los políticos, sino de aquellos que les votan en cada elección. Ningún partido nos obliga a casarnos, divorciarnos, tener hijos, abortar, vivir en soledad…

¿Acaso nos hemos preocupado en las próximas elecciones al Parlamento Europeo en conocer al detalle y de influir en los partidos que se presentan sobre los programas de la familia y la vida? Entonces no tendríamos que quejarnos, porque siguiendo a Winston Churchill, mal que nos pese, tenemos el gobierno que nos merecemos. La tentación del lamento estéril por la inacción de las políticas en favor de la familia, se ha de convertir en una revolución cultural de la sociedad civil, de los intelectuales, pensadores, comunicadores, empresarios.

El esplendor de Europa alcanzó sus cotas más elevadas con el humanismo cristiano, en la defensa de la familia y la vida. Precisamos un nuevo desembarco de Normandía, con un “pelotón de Spengler”, para liberar a toda una civilización. Aspecto que se abordará mañana sábado en el “Casino Primitivo” de Martos. Con Chesterton: “El lugar donde nacen los niños y mueren los hombres, donde la libertad y el amor florecen, no es una oficina, ni un comercio, ni una fábrica. Ahí veo yo la importancia de la familia”.