El misterio de la música

Cambiar el mundo

Sin Autor

Me conmovió hace unos meses leer la historia de la conversión de Erik Varden en su libro «La explosión de la soledad» (Monte Carmelo, Fonte, Burgos, 2021). Lo que le acercó a Dios fue el estallido de belleza y verdad que percibió en la Sinfonía nº 2 de Mahler. Explica Varden: «Al oír estas palabras [«Ten fe: No has nacido en vano. /No has sufrido en vano»], algo estalló. La insistencia machacona, «no en vano, no en vano», era irresistible. No era solo que lo quisiera creer. Sabía que era verdad.

Suena como algo trillado, pero en ese momento, mi conciencia cambió. Con una certeza que no nació ni de una emoción sobresaltada ni de un frío análisis, supe que llevaba algo dentro de mí que llegaba más allá de mis límites. Fui consciente de no estar solo. No hubo un entusiasmo especial ni un movimiento extático interior. No hubo lágrimas. Pero no podía dudar de la verdad de lo que había encontrado como no podía dudar de mi propia existencia» (p. 14).

Hace unas semanas conocí al empresario Luis Conde que asumió la emocionante aventura de —sin haber estudiado música, pero con mucha preparación— dirigir el segundo y el cuarto movimiento de esa Segunda sinfonía de Mahler con la Orquestra Simfònica del Vallès en el Palau de la Música Catalana. Acabo de leer el libro en el que narra su experiencia y me ha encantado («La fórmula del talento y Mahler», Plataforma, Barcelona, 2015).

Pero lo que quiero contar es que en estos días he descubierto el movimiento final de la Sinfonía nº2, que Gustav Mahler compuso entre 1888 y 1894. Sin tener apenas conocimientos de música, me ha cautivado. Me ha impresionado tan profundamente a pesar de mi sordera que no he resistido la tentación de escribir este post. Pueden encontrarse en Youtube múltiples versiones. A mí me ha gustado en especial la dirigida por Gustavo Dudamel.

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La música es —puede ser— una de las actividades que nos hace más humanos, porque nos hace más espirituales y puede llevar a Dios. La Segunda sinfonía de Mahler culmina con el verso (en alemán) con todos los instrumentos y los miembros del coro a pleno pulmón: «Lo que ha latido [el corazón], habrá de llevarte a Dios». Y te lleva, al menos a mí.