Polarización

Cambiar el mundo

Javier Pereda Pereda

La Real Academia Española ha escogido “polarización” como su palabra del año 2023. El término “polarización” se ha impuesto a “amnistía”, “guerra” o “ultrafalso”, debido a su gran presencia en los medios de comunicación. Esta voz está recogida en el diccionario académico desde 1884, para aludir a situaciones en las que hay dos opiniones o actividades muy definidas y distanciadas (en referencia a los polos), en ocasiones con las ideas implícitas de crispación y confrontación.

Tanto el verbo “polarizar” como el sustantivo “polarización” se utilizan para expresar la idea de división en dos bloques, posiciones u opiniones enfrentadas. Para el “Diccionario de la lengua española”, “polarizar” es, entre otras cosas, “orientar en dos direcciones contrapuestas”. Es aplicable a la política, en el deporte y en cualquier escenario en el que sea habitual el desacuerdo.

Traigo a colación esta palabra, porque pretendo resaltar su contrario, pues la Navidad invita a los buenos sentimientos. Sin lugar a dudas, la felicitación navideña que más me ha gustado ha sido el conmovedor “spot” publicitario del Atleti por Navidad (enhorabuena una vez más), con Di Stéfano de por medio. Si no lo han visto, se lo recomiendo.

Merece la pena estos dos minutos cuarenta y seis segundos: un dechado de empatía y convivencia. Un taxista conduce su coche en la fría noche madrileña de la Navidad. De pronto advierte que una persona mayor se encuentra desorientada y sola en mitad de una calle. Cambia de rumbo y se dirige a quien piensa puede estar en apuros:

Caballero, ¿está usted bien? Le responde el anciano: mi casa estaba aquí y ya no está. El taxista se percata que se ha perdido y vuelve a preguntarle: ¿Sabe su dirección? Ante las dudas del nonagenario, incapaz de responder porque ha perdido la memoria, el buen samaritano intenta ayudarle: ¿Me permite su cartera? A lo que responde con prevención la persona indefensa: ¿No irá a robarme? Y le contesta con ademán de coger la cartera: Traiga, que voy a llevarle con su familia. Ya dentro del coche intenta entablar una conversación amable: Hace frío esta noche, ¿verdad?; Ya se está acabando el año…

No conseguía el conductor ganarse la confianza de su interlocutor, hasta que le hizo una pregunta socorrida que captó sus ilusiones: ¿Vio el partido del domingo? El provecto ocupante del asiento trasero del vehículo cambia de actitud y esboza una tímida sonrisa, acompañada de un creciente entusiasmo: ¡Qué tres goles marcaron!; Hay que ver cómo juega Di Stéfano; madre mía, es que es el mejor. El chófer percibe que ha conseguido tocar la fibra sensible de un apasionado madridista. Pese a su Alzheimer, conserva recuerdos de hace setenta años, de quien fuera uno de los mejores futbolistas del mundo; ganó cinco Copas de Europa y militó durante once temporadas en el Real Madrid, desde 1953 a 1964.

El taxista, buen psicólogo y mejor persona, acostumbrado a comprender rápido a sus clientes, ha conseguido el propósito que buscaba: hacer pasar un rato agradable a un viejecito que, minutos antes, estaba angustiado. Por eso, se vuelca con él, para que disfrute con el equipo de sus amores: ¡Sí, Di Stéfano es el mejor! Y mientras le alababa a su ídolo, de forma discreta, para que no se diera cuenta el entusiasta madridista, retira con cuidado el escudo del Atlético de Madrid que llevaba colgado en el retrovisor, para no herir sus sentimientos.

El incondicional y vehemente seguidor del club merengue, el de las catorce “Champions League”, entró en modo Jerusalén celestial, exultando de su figura admirada: ¡Cómo corre por el campo! Le acompaña en el relato el compasivo del taxista, en un alarde de magnanimidad, a riesgo de que el madridista pudiera entrar en éxtasis: ¡La saeta rubia! Y al tierno anciano le brotan de forma incontinente las imágenes de jugadas que ni la enfermedad descubierta por el doctor alemán pueden borrar de su memoria: Empieza a pasar a la gente y llega hasta la portería… y ¡goool!

Acaba el vídeo dejando el salvador colchonero al auxiliado madridista con su familia, sin cobrarle el servicio. Ha sido su mejor carrera. Al irse vuelve a colocar el escudo de su club. Concluye el espacio publicitario: “Por encima del Atleti están los valores del Atleti”. Por encima de nuestras ideas está el respeto y dignidad de los demás.