Un besito al cielo

Cambiar el mundo

Sin Autor

Queridos amigos, creedme si os digo que en esta ocasión carezco de fuerza para escribiros y mandaros un mensaje, pero he de hacerlo, no solamente por vosotros sino por Dios mismo.

Hay en la vida dolores inmensos, de esos que te causan un socavón infinito en el alma, de esos que no hay ni siquiera palabras en el diccionario para poder describirlo. Dolores de esos que cuando te dan la noticia, te causa tal impacto que incluso te quedas en shock, necesitando varios días para poder sumir las cosas. No voy a entrar en mucho detalle, pues es algo demasiado íntimo y personal, solo puedo deciros que he perdido en esta vida a alguien muy amado por mi, un familiar de mi sangre al que amaba con todo mi corazón.

Ha sido un golpe realmente duro, nunca esperaba recibir una noticia así. Y en estos momentos llegan las dudas, llegan las cuestiones, la preocupación, la ansiedad… tantas y tantas cosas. Y me pregunto: ¿Y ahora qué?. Ahora que se ha ido, todavía ni siquiera he encontrado las palabras para describir el dolor que siento, pero solo puedo ofrecerlo una y otra vez a Dios, no solamente por mi, si no también por todas las personas que estamos sufriendo esta desgracia en mi círculo.

La vida llega y golpea, no tiene piedad o límite, simplemente lo hace. Y en ese momento cuando has recibido el golpetazo, cuesta reaccionar, pero coincidiréis conmigo en que son muchos más duros los momentos posteriores, en los que comienzas a sentir el dolor. Y como decía antes con el golpe llega la duda. Claro que es fácil creer en Dios cuando hace el milagro, claro que es sencillo confiar cuando todo va conforme a la corriente. Pero cuando es al revés, cuando todo cuesta, cuando llega la noche oscura, es cuando más difícil se hace, pero a la vez más necesario confiar.

Porque, queridos amigos, esta es la verdad, con Dios hay cosas que no tienen sentido, pero sin Dios, nada tiene sentido. Por eso, a pesar de que pueda doler mucho, a pesar de que todo parezca ponerse negro, tenemos que confiar. Os prometo que no se cómo, aún tengo esa duda, y dudar es humano, pero tengo claro que debo confiar. El Espíritu Santo se encarga de eso, y como decía S. Pablo: “Reza con gemidos inefables pidiendo por nosotros pues incluso no sabemos pedir lo que nos conviene.”

En último lugar amigos, me gustaría pediros una oración, una oración por el descanso de mi familiar, al que estoy muy seguro de que acogen en el cielo con inmensa alegría, y que desde arriba va a cuidar de nosotros todos los días de nuestra vida. Gracias de verdad.

Vete en paz pequeño mío, descansa y “tira de la manga a Dios” para que no nos olvide.

Carlos.