El Espíritu Santo tiene la última palabra

Cambiar el mundo

Claudia Enríquez

En este tiempo sinodal 2021-2024, la Iglesia Católica está siendo desafiada en su capacidad de escucha a través del método denominado conversación en el Espíritu que da lugar a que el Espíritu Santo sea el único protagonista.

El objetivo de esta conversación espiritual es que a través del discernimiento se puedan identificar las mociones del Espíritu Santo para la vida de la Iglesia, y que ésta, “sea cada vez más capaz de tomar decisiones proféticas que sean fruto de la guía del Espíritu”(1).

Este tipo de conversación específica busca crear un clima donde cada bautizado se sienta parte importante del proceso sinodal, sin jerarquías que limiten ni ponderen las participaciones. La Iglesia en clave sinodal busca ser acogedora y extiende un abrazo de familiaridad a cada persona de buena voluntad que comparte su experiencia de vida y de fe. Esta acogida se da a través de la escucha, desde la inclinación del corazón y la humildad de hacer silencio ante el testimonio de quienes expresan su experiencia de Iglesia.

Es decir, todos los que están en Roma participando del sínodo lo están haciendo a través de esta denominada conversación en el Espíritu, que nada tiene que ver con un debate parlamentario como muchos lo interpretan. Desde aquí podemos comprender -más en profundidad- las fotografías que circulan en los medios de comunicación donde identificamos la disposición de las mesas formando rondas donde desaparecen las jerarquías, todos son importantes nadie es protagonista. Si prestamos atención, hasta el Papa Francisco, está sentado como uno más, gran signo de humildad.

En términos del método sinodal propiamente dicho, es importante conocer que éste cuenta de tres etapas fundamentales que responden a la dinámica de las rondas armadas para el sínodo que consisten en:

1- Cada uno toma la palabra a partir de su propia experiencia releída en la oración durante el tiempo de preparación. Los demás escuchan sabiendo que cada uno tiene una valiosa aportación que ofrecer, sin entrar en debates y discusiones.

2- Se invita a cada persona a abrir en sí misma un espacio para los demás, para el otro. En este momento, cada uno toma la palabra: no para reaccionar y contrarrestar lo que se ha escuchado, sino para expresar lo que durante la escucha le ha conmovido más profundamente y por lo que se siente interpelado con más fuerza.

3- Se identifican los puntos clave que han surgido y se busca construir un consenso sobre los frutos del trabajo común.
Cabe destacar que esta conversación culmina con una oración de alabanza a Dios y gratitud por la experiencia compartida.

Este método no es rígido, sino que puede pasar por adaptaciones que demande el dinamismo de la misma prestando atención a aquello que “hace arder el corazón” (Lc. 24,32) de quienes en ese momento están conversando (2).

Creo que es muy importante que cada uno de nosotros como bautizados conozcamos lo que está pasando para que podamos sumarnos con nuestra oración a acompañar este proceso. Debemos ser conscientes de que el objetivo principal de esta experiencia sinodal es poder escuchar la voz del Espíritu Santo, lo que tiene para aconsejarnos como Iglesia y así poder hacer entre todos la voluntad de Dios que sin duda quiere lo mejor para la humanidad.

En fin, el Espíritu Santo es el único protagonista y el que tiene la última palabra.

 


(1) Instrumentus Laboris, Por una Iglesia sinodal, 13.
(2) Ídem, 16-17