Resplandecer, escuchar y no tener miedo

Cambiar el mundo

Sin Autor

“Bienaventurados los Limpios de Corazón”

Resplandece en la memoria el silencio del Campo Blognia, la Vigilia de la misericordia en la Jornada Mundial de la Juventud en Cracovia, los jóvenes arrodillados sintiendo el verdadero rostro del Señor, los sueños, los anhelos, las dificultades, todo puesto en manos de aquel Dios que nos amó primero.

La Fe es el mayor tesoro que un cristiano puede poseer, recibida a través del Bautismo, por la bondad y la generosidad de nuestros padres, abuelos y padrinos. Ese bautismo donde comienza nuestra verdadera vida cristiana, para vivir en plenitud la lógica del evangelio, la palabra habitada en nuestro corazón, como testigos de la verdad y cooperadores de una nueva civilización erradicada en el amor que se da.

Nuestra patria es el cielo, donde habitan los justos, que peregrinaron a nuestro lado, que tan solo gozan de la felicidad eterna, como San Agustín escribe, en la habitación de al lado, las almas de carne y hueso, que nos enseñaron el camino del evangelio, en ese monte de los enamorados, donde el júbilo habla de verdad, de amor sin envidias, de limpieza de corazón, de misericordia permanente y de perdón eterno, donde los juicios y las venganzas no existen. Ese es nuestro verdadero camino ir ganando cielo para perder tierra como bien dice Santa Ángela de la Cruz, vivificar cada día la comunión de los santos, ser mendigos de la cruz de Cristo.

Hemos vivido estos días la Jornada Mundial de la Juventud, los jóvenes se han encontrado con el Señor junto al Papa Francisco, como la Patrona de Europa, Santa Catalina de Siena dice que el Santo Padre, es el Dulce Cristo en la tierra. Jóvenes de todo el mundo para rezar y hacer silencio, entregar sus vidas plenamente para el Señor, renunciando a la comodidad, a esa cultura del materialismo o mejor dicho la cultura Woke, que pretende cancelar todo aquello que Dios trae como misión y patria para que cada alma se sane y sea salvada. Esa es la verdadera reconciliación, vivir la fraternidad entre los pueblos, donde las personas, en este caso los jóvenes derriban muros y levantas puentes de una civilización, la verdadera civilización del amor.

Ha habido muchas jornadas mundiales dela juventud, los que han tenido el privilegio de estar cerca del Papa Francisco, los que han tenido que renunciar por trabajo o motivos familiares, pero siempre cercanos al amor de Dios, aquellos que han vivido y siguen viviendo desde su vulnerabilidad, la esclavitud de la droga, de las prisiones injustas, de las fronteras existenciales, aquellas personas que han sido sanadas por aquel pozo de agua que no se acaba, de esa agua viva, que nos dio ejemplo en la Samaritana. Estos días en torno a la celebración de la Fiesta de Santa Clara de Asís, vivimos en los más débiles, el verdadero rostro de Cristo.

No es momento de dogmas ni de puristas revestidos en el disfraz de lo correcto, es el momento de una nueva civilización, de que la verdad sea habitada en el corazón de la persona, que el amor de Dios se derrame con toda plenitud en el alma de cada rostro que necesita esa agua, que sacia de las fuentes eternas de la amabilidad, tenemos sed de ti Señor, del Dios vivo, que todo sea para Ti Señor, dejémonos hoy y siempre sorprender por Tu voluntad, que siempre sea la tuya y no la nuestra.

Los jóvenes estos días en Lisboa, nos han dado ejemplo, han subido al monte de los enamorados, a la patria del cielo, junto a María, cada cuenta de ese rosario, cada promesa, cada ruego, cada problema y también cada solución, quedarán para siempre en el mano de la Virgen, su sonrisa, es la mirada por la que Dios mira a cada Cristiano.

Estos días, el Papa Francisco, nos lo ha repetido con insistencia: “ El que permanece caído se «jubiló» de la vida ya, cerró, cerró la esperanza, clausuró la ilusión y ahí queda caído. Y cuando vemos alguno —amigos nuestros que están caídos—, ¿qué tenemos que hacer? Levantarlo. Fíjense cuando uno tiene que levantar o ayudar a levantar a una persona qué gesto hace: lo mira de arriba hacia abajo. La única oportunidad, el único momento que es lícito mirar a una persona de arriba abajo es para ayudar a levantarse. ¡Cuántas veces vemos gente que nos mira así, por sobre el hombro, de arriba para abajo! Es triste. La única manera en que es lícito, la única situación en que es lícito mirar a una persona de arriba para abajo es —lo digan ustedes— para ayudar a levantarse”

Un mundo como el de hoy, en el que vivimos y llevamos a cabo con la voluntad de Dios la misión a la que hemos sido llamados, desde distintas realidades o carismas, esa es la riqueza de la Iglesia, la Fe compartida con aquellos que nos amaron y tanto nos aman hoy en la tierra.

Compartir nuestro camino, decirle al Señor con valentía o Todo o nada, en la Iglesia el Todos al que tanto nos ha recordado el Papa Francisco es el camino, la verdad y la vida, es decir, nadie sobra, nadie puede ser excluido de la verdad y del amor, nuestra religión no es a la carta, no es una Fe de románticos, sino un amor derramado en la Cruz para la humanidad, ahí está toda esperanza, humanizar como Cristo, ser otro Cristo.

Desde la profundidad de la sabiduría, en las palabras del Papa Francisco, en la Carta Enciclica “Fratelli Tutti”, nos recuerda el Santo Padre: “hemos sido hechos para la plenitud que sólo se alcanza en el amor. No es una opción posible vivir indiferentes ante el dolor, no podemos dejar que nadie quede “a un costado de la vida”. Esto nos debe indignar, hasta hacernos bajar de nuestra serenidad para alterarnos por el sufrimiento humano. Eso es dignidad”.

Irradiar la luz del Señor en la tierra, llevar el agua viva del pozo, llenar la ternura del Dios vivo.

Resplandecer, escuchar y no tener miedo.

Alberto Diago Santos