Señor, ¿a quién vamos a ir?

Cambiar el mundo

Sin Autor

Por Francisco Javier Domínguez

Hoy el infierno arde con más fuerza, si cabe. Y mañana también. Pero a partir del 6 de agosto, las máquinas no darán abasto. El cuartel del mal quiere hacer el agosto y Lisboa es el epicentro de la afrenta mundial que Belcebú quiere desmantelar.

Estoy en la iglesia de San Sebastián de Pedreira, anegada de peregrinos, presidida por un gran azulejo de la Virgen del Carmen. La decoración exterior y la propia arquitectura, son de una sencillez abrumadora.

Entro para saludar al Señor, mientras celebran la Santa Misa. No cabe un alma o quizá, por la inmaterialidad de la misma, caben todas. Dios mismo se hace presente entre nosotros, y con cuidado recogimiento y veneración, el pueblo se arrodilla.

En la calle se respira el bullicio y el jolgorio de los innumerables peregrinos que abarrotan las calles portuguesas. Los españoles tenemos un máster en jalear al personal y se nota y se agradece.

La policía se desplaza ágil y eficiente: individualmente, en parejas, en tríos, en grupos: a pie, en moto, en furgones o en camiones, para atender al que lo requiera en lo que requiera.

Y Pedro Botero aúlla con sus secuaces, en las profundidades del abismo, como tan bien representó Mel Gibson en La Pasión. Y se relame asquerosamente, pensando en el botín que ha de lograr. Moviliza a sus hordas, les apremia, les alecciona para que sea una guerra sin cuartel en la que no se deje títere con cabeza. Sin distinción de rango, todo vale: hombres, mujeres y niños, independientemente de su estado civil, empleo o afición. El infierno no puede esperar.

Y como en “La Pasión”, es una película de la que ya conocemos el final. Señor, ¿a quién vamos a ir? Sólo tú tienes palabras de vida eterna.

Cristo nos llama a todos bajo la misma bandera. Lisboa puede ser el empuje que muchos necesitamos y esto no ha hecho más que empezar. En un mundo en el que pocas veces existen segundas oportunidades, Dios llama cada día a empezar de nuevo, después de nuestras caídas.

Pidamos a la Virgen de Fátima su intercesión para vivir con fe, alegría y coherencia estos días de gracia en la JMJ.