Generación de cristal y dirección espiritual

Cambiar el mundo

Sin Autor

Quizás hace ya más de quince años. Terminaba mi carrera de Derecho Canónico y empezaba a recoger información para la Tesina y, si era posible, una Tesis Doctoral. Por aquel entonces, que hace poco, pero que las cosas han cambiado mucho, ya sonaba el término “dirección” como algo “un poco fuerte”. Sería por la reticencia a ser guiados, o por la angustia que nos da obedecer en tantas ocasiones. Lo cierto es que algunos autores empezaban a escribir “acompañamiento espiritual”. Sea lo que fuere, leyendo aquello del Libro del Eclesiástico de que “quien encuentra un Amigo, encuentra un tesoro”, me planteo si, realmente, queremos amigos.

Siempre he definido la amistad como la relación entre dos o más personas que provoca dar sin nada a cambio. Se pueden dar cosas, se puede dar tiempo, y se pueden dar consejos. Años después, un buen amigo me dijo: “No hay peor consejo que el que nadie te ha pedido”. Y charlando sobre estos temas, se oye decir que no podemos medir a los demás con nuestra propia vara, que no se puede exigir tanto, que la gente se quema, etc. etc.

Ahora, me pregunto, en este momento que nos ha tocado vivir, si las personas que buscan una dirección, acompañamiento, guía o como queramos llamarle “espiritual”, saben que partimos de la base de “intentar discernir la voluntad de Dios en nuestra vida”. También hay muchos que hablan de que las decisiones pertenecen a otro campo, no espiritual. Es decir, que las pautas que va tomando mi vida a través de mis decisiones, no son competencia del guía espiritual.

Y yo me pregunto: ¿Entonces? ¿Qué queremos? ¿Somos los sacerdotes los responsables de no querer implicarnos para nada al dar un consejo, o nos vamos a limitar a decir que hay que rezar mucho y tener Fe? Me parece que cuando alguien, sinceramente y de corazón, pide una dirección espiritual, está pidiendo discernimiento, no sólo en la relación con Dios, sino también en la relación con los demás, en la vida laboral, y en todo lo que se refiere a decisiones de vida.

Algo distinto será si está dispuesto con eso, a dejarse llevar por otro que, por supuesto, sin suplantar su libertad, vaya guiándole y dando luz en su vida, porque cuatro ojos ven más que dos, y porque nadie es buen juez en causa propia. Hay que añadir que, hoy día, nadie aguanta nada de nadie. Nos hemos acostumbrado por un libertinaje agresivo a considerar que ni padres, ni maestros, ni mucho menos, sacerdotes o guías, tienen nada que decirnos.

Vivimos en una generación de cristal que se ofende por todo y que sólo valora un “buenismo” de “aquí todo va bien y todo el mundo es bueno”, y esto, ni es verdad, ni conviene que nos lo digan.

“Quien bien te quiere te hará llorar”, dice el refrán castellano. Tienes a alguien tan cercano, tan sincero, tan amigo, que se atreve a decirte las cosas que le parece que se pueden mejorar; pues dale gracias a Dios y, sobre todo, no veas como ataques personales, lo que son consejos para ir al Cielo, para ser más feliz, o para dar lo mejor de ti que, en el fondo, las tres cosas son la misma. No nos ofendamos por cualquier consejo, no vayamos de víctimas, porque no todo el mundo tiene la suerte de que alguien que le quiere, le conozca y se atreva a corregirle.

En el camino de la vida espiritual, siempre se ha dicho que el que no avanza, retrocede. Si no quieres avanzar, plantéate qué quieres. Si no te parece bien que te expliquen cosas que podrías mejorar, si te molesta cuando otro dice cosas que te afectan, quizás sea el momento de parar, reflexionar y saber si veo la virtud de la obediencia como algo bueno en mi vida, o como un sometimiento, distinto al de Cristo al Padre. Porque si no lo vemos así, si no entendemos que es un regalo que nos digan aquello que hacemos mal y, se sobreentiende que me incluyo, hay algo que no está funcionando bien, dentro de nosotros.

Llamémosle soberbia, o si no se puede ya usar ese término, necesidad de reciclaje, o posibilidad de buscar “odres nuevos”, pero no olvidemos que hemos nacido para ir al Cielo, y todo lo demás, no sirve de nada, porque SÓLO UNA COSA ES NECESARIA.

D. Antonio María Domenech
@sotana_rural