Procesiones

Cambiar el mundo

Javier Pereda Pereda

El calendario está plagado de fiestas populares religiosas con su tradicional arraigo en todas las localidades. Más de 29 millones de personas celebran la Semana Santa en todos los rincones de la geografía española. De las 418 fiestas populares al año —más de una por día—, las 4.856 cofradías organizadoras reúnen a un millón de cofrades.

La romería más numerosa, la Virgen del Rocío, convoca en la ciudad onubense de Almonte a un millón de personas. La romería más antigua, en la ciudad jienense de Andújar, la Virgen de la Cabeza, ha alcanzado un número similar de romeros, que también participan de estas manifestaciones religiosas, folclóricas y lúdicas.

Hasta el pueblo más recóndito cuenta con sus tradiciones, sus patronos y devociones populares, que se preparan con ilusión y esmero, porque como confiesa Agustín de Hipona: “Nos hiciste, Señor, para Ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti”.

En esas fiestas religiosas se entremezclan, en un equilibrio armónico, lo humano y lo divino, el alma y el cuerpo, la oración y el alimento, la música y la diversión. Este fin de semana acontecen dos solemnidades entrañables en Jaén capital, con sus respectivas procesiones.

El sábado la Virgen de la Capilla, Patrona y Alcaldesa Mayor de Jaén; el domingo el Corpus Christi. Estas procesiones emblemáticas, preparadas hasta en los más pequeños detalles, encauzan la religiosidad popular mediante sus respectivas cofradías; integradas por fieles bautizados que se asocian para orientar iniciativas evangelizadoras.

La Feria Chica de la Virgen de la Capilla, en el barrio de San Ildefonso y la Alameda, tiene una tradición multisecular; este año con el emotivo pregón de la magistrada Esperanza Pérez Espino, la ofrenda floral, la Novena, el Rosario de San Bernabé, la Misa del Cabildo y la Magna procesión —así se califica y no es para menos—. Tampoco faltan las actuaciones de la Banda Municipal de Música o la Sociedad Filarmónica de Jaén, conciertos, atracciones para niños, paseo con los trajes de chirris y pastiras e incluso una novillada.

En una sentida despedida, después de mecer a la Señora, nos emplaza con su Hijo para el día siguiente, y nos sugiere como en las Bodas de Caná: “Haced lo que Él os diga”. Con los acordes del maestro Cebrián, se canta la letra de Federico Mendizábal, que recogen estrofas del himno a Jaén, y sirven de piropos a la Dueña:

“Eres tú mujer
radiante flor
gentil sultana favorita del amor
En tu olivar
soñé por ti
con luz de luna/jaenera ser feliz
Y al despertar con esa luz
a mi pastira junto al monte de la cruz
Alcemos bajo el sol
como una antorcha el corazón
la tierra de Jaén
abre sus brazos de mujer”.

En la procesión de las procesiones, la del Corpus Christi, que promovió en 1246 santa Juliana de Cornillón (Bélgica), experimentamos, siguiendo a Santo Tomás, que en la cruz se escondía la divinidad, pero aquí (en la Hostia consagrada mediante la “Transubstanciación”) se esconde también la humanidad; y concluye el Aquinate: “creo y confieso ambas cosas, y pido lo que pidió el ladrón arrepentido”. Es el mismo Jesús de Nazaret, que, con su Cuerpo, su Alma y Divinidad, Desciende y recorre las calles de nuestra ciudad en la custodia de “El Vandalino”, como en Jerusalén, Betania o Emaús.

Estas manifestaciones de religiosidad popular, en ocasiones pueden estar expuestas a deformaciones de la religión. Sería un error que el fervor popular no estuviera sustentado en la formación doctrinal religiosa. En 2021 sólo el 17,33% de los matrimonios celebrados fueron por la Iglesia; el porcentaje de los bautizados respecto a los nacidos fue del 44,37%. Cifras que explican la escasa asistencia a la Misa dominical o la confesión sacramental frecuente.

Si la razón iluminada por la fe acompañara al sentimiento religioso, no existiría tal crisis de identidad religiosa. No sería del todo justo centrar la crítica en los sacerdotes, porque, aunque tengan que ser edificantes, también concierne la responsabilidad de forma directa a todos los laicos bautizados.

Estas procesiones presentan una ocasión magnífica para rezar al Señor y a su Madre. Pedir por la Iglesia, al Papa, el Estado, por la paz, los enfermos, las injusticias y la conversión de desterrar el pecado. Que continue lloviendo —con una tregua en las procesiones—, y que seamos ejemplo ante nuestros allegados en la práctica de una fe con obras y de verdad.