Escorpiones

Cambiar el mundo

Javier Pereda Pereda

javier.pereda.pereda@gmail.com

Circula un meme en internet con este texto: “Usando esta escala (de cero a diez), valora cómo eres de rencoroso”. Cerca del cero figura la imagen de Tamara Falcó y junto al diez la de Shakira. Representan dos formas distintas de afrontar la infidelidad: perdonando o mediante el resentimiento. Aunque parecen diferentes las dos situaciones —no existen dos casos iguales—, pueden ayudar a reflexionar sobre el amor humano.

Simboliza a dos personajes mediáticos que han copado las revistas del corazón por su actividad profesional y social. La “socialite” aristócrata, hija de Isabel Preysler y Carlos Falcó, heredó el título de marquesa de Griñón; la artista colombiana ha vendido millones de copias de discos, erigiéndose en “La reina del pop latino”.

Por tratarse de personajes públicos, sus respectivos noviazgos también han alcanzado amplio eco social. La cantautora de Barranquilla mantuvo con anterioridad una relación sentimental con el hijo del presidente de Argentina, Fernando de la Rúa, durante diez años, que no se reflejó en el Registro ni el Altar. En el mundial de fútbol de 2010 en Sudáfrica, conoció al futbolista Gerard Piqué, diez años más joven, con quien ha tenido dos hijos; durante los doce años que han vivido juntos no han suscrito ningún acuerdo matrimonial, hasta que el deportista la abandonó por otra de 23.

La celebridad madrileña que manifiesta sin reparos sus creencias cristianas, cortó con Iñigo Onieva después de que se conociera su deslealtad. Para muchos, esta decisión parecía la correcta. Después de tres meses han retomado la relación. La agraviada muestra grandeza de corazón al perdonar a su novio —un valor esencial cristiano— y darse una segunda oportunidad; ni la desconfianza del resabiado ni la precipitación del enamorado. Supongo que contarán con amigos de verdad, que, respetando su libertad, les habrán aconsejado lo mejor. Reanudar este noviazgo demuestra magnanimidad, siempre que no peque de incauta.

Como en la fábula de Esopo, la rana se arriesga a ayudar al escorpión a pasar el río, ante la argucia de que si le pica morirán los dos; pero el alacrán actuará según su naturaleza. Esta es la moraleja que extrae el fabulista griego: no trates de engañarte con alguien creyendo que es o puede ser igual que tú; hay personas que sacarán su maldad sin importarles las consecuencias de sus actos.

Imagino que habrá aprovechado la ocasión para explicar a su novio las exigencias del matrimonio por la Iglesia católica. Le habrá expuesto que se trata de una unión para siempre: un vínculo indisoluble; que otorgan su consentimiento para permanecer abiertos a la procreación y a guardarse fidelidad. En su accidentado noviazgo habrán experimentado si están capacitados para asumir las obligaciones esenciales del matrimonio; si poseen la madurez suficiente de comprometerse de forma libre y responsable; y que necesitan frecuentar los sacramentos hasta conseguir las fuerzas necesarias en esta maravillosa aventura. Si Iñigo supera estas pruebas, entonces los riesgos del picotazo del escorpión se reducirían de forma drástica.

Todos llevamos un escorpión dentro; se trata de luchar para dominarlo. Aquí radica la importancia del noviazgo, para discernir de forma objetiva este magnífico proyecto, porque más vale prevenir que curar. Sin embargo, en la unión natural entre la cantante y el exfutbolista su relación carecía de las exigencias del matrimonio cristiano. Realizar una unión libre, sin los cimientos del compromiso que lo sostengan, implica el riesgo del hundimiento del proyecto. Porque esta institución natural, orientada a proteger a los hijos, tiende a la permanencia, a la fidelidad, al amor conyugal exclusivo. De ahí el desgarro que produce la injusticia de separar por capricho “una sola carne”.

En Hollywood, más pragmáticos, Michael Douglas y Catherine Zeta Jones firmaron una cláusula en caso de infidelidad, de 3 millones de dólares por año de convivencia. ¿Acaso resulta prudente dar rienda suelta al odio acumulado para vengarse del padre (“non sancto”) de tus dos hijos, reproduciendo la canción 122 millones de ocasiones, mostrando el escarnio de haber cambiado un Rolex por un Casio, o el guiño a la sororidad de que las mujeres no lloran, facturan? Ese desahogo causará daño a las principales víctimas de las separaciones, que quieren igual a mamá que a papá

. El consejo socrático pasa por sufrir la injusticia antes que cometerla. Momento para plantearse cómo queremos que funcione el matrimonio: como un Twingo o un Ferrari.