«Y ya no sé qué quiero si no es envejecer contigo en un salón»

Cambiar el mundo

La nueva canción de “Ipanema”, una artista de 22 años, habla sobre amor, desamor, tomar decisiones, dudar al escuchar SU nombre, pero, sobre todo, habla de envejecer con alguien en el salón y no con cualquier alguien.

«Y ya no sé qué quiero si no es envejecer contigo en un salón». Esta frase es mi favorita de toda la canción porque refleja el anhelo, que tenemos todos, de un amor para toda la vida.

Creo que no me equivoco si digo que lo que todos buscamos no es un “amor” efímero, un “amor” a medias o, directamente, un falso amor; sino que lo que anhelamos es un amor de verdad, un amor para toda la vida: ese amor que es reflejo del Amor divino.

Si bien es cierto que nadie es perfecto y que el “príncipe/princesa azul” no existen, creo que es importante no conformarse con cualquier tipo de “amor” porque estamos estamos hechos por y para amar y, además, hemos sido creados por el Amor en mayúsculas y, por tanto, nuestro corazón anhela un amor de verdad, entregado, desinteresado, que ame con todo y no “a pesar de”, que saque tu mejor versión, que te acerque a Él, que te de alas. Un amor que se alegre más por tus alegrías que tú mismo y un amor que abrace tus penas y tus debilidades. Un amor que esté siempre ahí: pase lo que pase.

Sin embargo, antes de alcanzar este amor, es importante ser conscientes de que el Amor que realmente anhelamos solo nos lo puede dar Dios porque Su amor sí que es perfecto, Él sí que es perfecto. Por ello, antes de adentrarnos en una relación, conviene pararse a pensar si me sé hija o hijo amado de Dios porque esto será lo que nos de la fuerza para discernir si nos estamos conformando o no, si nos estamos valorando a nosotros mismos o no y si estamos queriendo bien al otro – porque no olvidemos que el otro también es hijo amado Suyo y, por tanto, se merece el mejor amor que, siendo conscientes de nuestra imperfección, le podamos dar -.

¡Cuántas veces nos conformamos con “amores” mediocres! ¡Cuántas veces no nos respetamos a nosotros mismos ni al otro! ¡Cuántas veces estamos con alguien solo por sentirnos un poco queridos! Por eso, qué importante es tener una humilde autoestima, saberse hijos amados de Dios y ser conscientes de que, para querer bien a alguien, es importante quererse a uno mismo y eso lo lograremos si nos vemos con Sus ojos: ahí es cuando nos daremos cuenta de lo que valemos – toda Su Sangre derramada en la Cruz – y cuando desaparecerán nuestras inseguridades, nuestras carencias afectivas y, por tanto, cuando nos daremos cuenta de si estamos buscando un “amor” que llene nuestros corazones vacíos o de si estamos buscando un amor que sea reflejo del Amor divino.

Y aquí es donde llega el consejo que siempre me da mi padre: la importancia de elegir bien a “la” persona porque, como leí el otro día, «elige bien tu copiloto de vida, después de todo, es quien pone la música». Por eso, qué importante es pararse a pensar en qué es lo que queremos realmente en la vida. ¿Quiero un amor que me de todo lo que quiero en lo sexual porque así me está demostrando su amor? ¿O quiero un amor que, precisamente, por lo mucho que me quiere, se guarda ese deseo – totalmente entendible y natural – para el día de “sí” ante Dios? ¿Quiero un amor con el que “pasármelo bien y ya” o quiero un amor con el que poder contar para la eternidad? Porque, ¿qué quiero si no es envejecer contigo en un salón? ¿De qué me sirve estar “a gusto” ahora si sé que no me veo envejeciendo con esa persona? ¿De qué me sirve engañarme a mí misma si sé que mi corazón anhela algo más grande? Porque… tú, siendo sincero, ¿con quién te ves envejeciendo en un salón? ¿Con “el lío de una noche” o con otra persona? La respuesta a esta pregunta es personal, pero sí que me parece importante ir preparando nuestro corazón para “la” persona porque no podemos entregar cualquier corazón a alguien que merece que le queramos y le miremos como lo hace Dios.

Y es que, al final, todos buscamos un amor con el que envejecer en un salón. Porque, como dice San Pablo, «y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor».

P.D: Dejo el link a la canción brutal de la que os he hablado. Se llama “ayerescuchetunombre”:

Almu Ezponda Sanz.