La diversión y la fe van de la mano

Cambiar el mundo

Es común pensar o escuchar que los católicos somos personas que no saben divertirse y que nos cataloguen como personas aburridas por el simple hecho de profesar una fe como cualquier otro lo hace, en lo que su libre albedrío le permite.

Al contrario de lo que se puede llegar a pensar, los católicos, nos sabemos divertir mucho pero sobre todo con un propósito. ¿Cuál es nuestro propósito? Es el mejor, El ir al cielo. ¿Cielo? Sí, cielo que vemos como la vida eterna y gloria de disfrutar de la cercanía, amor y  belleza de la perfección absoluta, eterna e inigualable de la Santísima Trinidad junto con todas las personas que tuvimos la bendición de compartir una vida terrenal. Eso, para nosotros, es el principal motor en nuestras vidas, aquí en el mundo, junto con el amor al servicio de nuestro prójimo y de los que más amamos. ¿Qué sentido y significado tendría una vida sin amor?  Sin duda, ninguno, estaríamos perdidos y bajo esta premisa de amor es como nos divertimos. Un amor hacia Dios, hacia al prójimo y a nosotros mismos.

Somos seres humano llenos de virtudes y defectos, dentro de esta naturaleza evidente, la imperfección es parte de nosotros mismos, al estar conscientes de esta limitante, sólo hay que poner especial atención a lo que cada uno sabe bien de sí mismo para evitar hacer daño a los demás, a uno mismo y evidentemente a Dios con nuestros actos, obras u omisiones.

Al pensar en diversión se cae en el peligro de caer en el exceso y no es que un católico no caiga, caemos muy a menudo y sobre todo en cuanto a diversión se trata, ya que nuestra fe no prohíbe ningún tipo de acto pues nos regimos bajo el libre albedrío, sin embargo, sabemos perfectamente que con un juicio y entendimiento iluminados por el Espíritu Santo, nos van a llevar a tomar decisiones por buen camino (la voluntad tiende al bien regida por la libre elección).

En principio, un verdadero católico SIEMPRE está feliz y es luz y guía para quienes lo rodean. El buen humor le caracteriza y saber reírse de la vida y de sí mismo, es parte de disfrutar la vida. El estar alegre, contento y ser una persona dispuesta a adaptarse pese a la circunstancia, es algo intrínseco de quien se sabe amado por Dios. Esto permite la flexibilidad, tolerancia y respeto hacia la persona misma y a los demás pues es de elemental educación y juicio el saber que la vulgaridad, ser irrespetuoso o caer en lo ridículo perjudica a nosotros mismos y a quien más amamos. Lo que se requiere para saber divertirse como católico es simple, saberse guiar y dejar entrar al Espíritu Santo para que derrame sobre nosotros sus dones y virtudes. Es más, hay personas que sin ser cristianas, lo hacen de mejor manera (más apegado a nuestras creencias cristianas) que muchos que profesamos nuestra fe y me incluyo en este tema porque me encanta divertirme y muchas veces caigo en el exceso y en errores, pero a través de ellos he aprendido mucho. Aquí, el punto no es flagelarse y NO tener una consciencia escrupulosa sino entender que es lo mejor para nuestra santificación y salvación. Si te equivocas, tienes la humildad de reconocerlo y levantarte con el gozo que Jesús murió por nosotros y para el perdón de los pecados pero no por esto hay que abusar, pues su misericordia es infinita, siempre y cuando nuestro arrepentimiento y voluntad sean auténticos de no querer volver a pecar.

Diviértete, alégrate y contagia a los demás, rodéate de personas que sean auténticas en sus valores y firmes en sus decisiones. Un católico se sabe divertir con ateos, católicos, judíos, budistas, musulmanes, etc. Pues el serlo no limita nuestra relación con todos los seres humanos que, para nosotros, son todos iguales y nuestros hermanos, a los que debemos amar igual que Jesús nos amó. Somos universales e incluyentes en el amor. Los buenos amigos son un tesoro terrenal y celestial que hay que cuidar y valorar y si necesitan de nuestra ayuda en la fiesta, hay que ofrecerla y nunca dejarlos atrás. Aquí cabe, que al salir a la fiesta no hay que criticar ni juzgar a la gente pues vamos a pasar un rato agradable y no caer en propiciar chismes ni habladurías pues sabemos bien que eso, como lo ha dicho el Papa Francisco, es asesinar al prójimo. Hay que aportar y sumar a las relaciones y no destruir y soltar bombas. Defender a nuestros amigos en la fiesta, es un deber y si están en problemas asistirlos de la mejor forma como nos gustaría que nos ayudasen si nosotros estuviésemos en la misma posición. Por ello, es muy importante saber escoger a los BUENOS amigos, esos que te llenan el alma y sacan la mejor versión de uno mismo. De esta forma, siempre podrás ser tú mismo en un ambiente relajado y agradable que te inspire a ser mejor y a ayudar a otros a ser mejores. Evitas el caer en excesos de todo tipo pues no existe necesidad de querer encajar en un grupo al cual no perteneces y hacer cosas que vayan en contra de tu integridad y valores.

Los católicos podemos beber alcohol con moderación y prudencia. Ya todos, hemos caído en ese exceso (gula) y nos conocemos bien en esos límites y simplemente no caer en locuras para evitar tomar decisiones de las que por lo general, siempre terminamos arrepintiéndonos. Vaya la cruda física es más soportable que la moral, todos hemos pasado por eso. El saber tomar, requiere esfuerzo pero nada que no sea posible. Es súper rico saber disfrutar de tu copa de licor favorito y sobre todo disfrutar del ambiente, música, lugar y gente que te acompaña. Incluso hay veces que no podemos beber alcohol por algún tratamiento médico o por mera decisión personal y con el simple hecho de bailar y compartir excelentes momentos basta para que sea un recuerdo inolvidable. Por eso es importante, reitero escoger bien las amistades y también los lugares a los que vayamos. El Ser astutos, al saber elegir éstos evita caer en la ingenuidad que lleva a errores.

El cuerpo es sagrado y es nuestra herramienta para vivir en la tierra, por lo que hay que prestarle especial cuidado. Tratarlo como lo que es, nuestro hogar y hogar de Jesús (tomar la comunión) y del Espíritu  Santo (santísimos sacramentos). Hay que respetar nuestro cuerpo y el de los demás y no usarlo como mercancía. ¿Por qué es importante esto, en la diversión? Simple, porque desde el arreglarte para salir empieza todo. Hay que aprender a saber lo que mejor nos queda según nuestro cuerpo y estilo sin caer en provocaciones o malos entendidos. El arreglarse y vestirse bonito y que las personas te lo reconozcan por ser una persona con estilo propio y con buen gusto es gratificante pues te reconoces como único y defines quien eres desde esos detalles, sin caer en la vanidad. Lo más elegante, siempre es lo más sencillo y la belleza radica más en nuestras acciones y como hacemos sentir a los demás que en lo exterior, pero no quiere decir, que lo descuidemos pues somos un todo, una integridad. Nunca olvidar que los amores de una noche, no van con nuestras creencias pues denigran la sexualidad y sentido del amor ya que las personas no son objetos desechables. El pragmatismo y utilitarismo, común hoy en día, es lo ordinario, nuestra fe, no nos permite caer en eso. El saber decir No, en el momento adecuado nos va a evitar problemas de todo tipo. Las drogas, tema laico, conocido por ser perjudiciales para los seres humanos, no son tema de juego pues es fácil envolverse en ellas por su naturaleza altamente adictiva y dañina a la salud humana, no es exclusivo de profesar alguna fe en particular, así como el hecho de iniciar o fomentar peleas pues va contra la integridad física de las personas.  

Diviértete vayas donde vayas y que la alegría de Dios, siempre esté contigo y que esa felicidad la contagies a todos. Seamos evangelizadores de acción y obra. Que Dios siempre te acompañe y cuide.

Karla César Vargas