Hace unos días una amiga me preguntaba, ¿oye pero tú puedes ser feliz viajando contracorriente? Entonces le pregunte a que se refería y me dijo: tu no cedes a lo que opinamos la mayoría, te mantienes firme en la moral que tu crees; nos alucina -lo hemos comentado alguna vez- que todos los domingos vayas a Misa después de haber salido con nosotras la noche anterior cuando nosotras nos quedamos en la cama.
Entonces caí en la cuenta que ir contracorriente puede parecer difícil pero lo que es realmente difícil es volver la cara a la realidad, a tus ideas y a plantearte si lo que defiendes es lo verdadero porque para mí vivir la Fe se me hace cada día más fácil y más natural.
Es verdad que a lo largo de tu vida te rodeas de millones de personas, a las que aprecias por ser buenas, pero de las que muchas veces empiezas a dudar de ellas por seguir “una moral de la moda”, lo que la hace la mayoría es la norma de la felicidad. Y es cierto que ante una corriente desfavorable puede que lo difícil es mantenerse firme, pero llega un momento en que te das cuenta de que lo que a ti te hace diferente, especial, es lo que tu defiendes y lo que tu vives.
Es difícil pero te compensa porque lo que realmente merece la pena es ser auténtica. Cuando viene la corriente desfavorable como un tsunami, recuerdo una escena de la serie Sisi Emperatriz en la que el Emperador Francisco José le dice a Sisi que la ha escogido a ella para ser su esposa, no por ser más guapa que su hermana, sino por ser auténtica.
Que la gente me vea ir contracorriente, feliz y satisfecha conmigo misma es mi mejor carta de presentación y puede que algún día de estos, por ti o por mí, la contracorriente se transforme en la corriente y seamos, con Dios, quienes marquemos el rumbo; pero si me preguntas… ¿te ves capaz?, ¿te atreverías a conseguirlo? Te contestaré que juntos es mucho más fácil y somos más fuertes. ¡A por ello!