Dar la cara

Cambiar el mundo

Aquello que muchos desean e idealizan: ‘los famosos‘, parece ser que en ese mundo no se lleva muy a menudo la valentía y el dar la cara.

Las noticias cuentan que una joven, guapa y famosa pero además valiente, Tamara Falcó, hija de la famosísima y elegante Isabel Preysler, defiende por medios de comunicación y redes sociales su fe católica y apoya la transmisión de la Misa de los domingos por TV. Sin olvidar que estos mismos, anteriormente le han tachado de monja y ridiculizada por asistir a adoraciones y leer la Biblia.

Mientras que cientos de colectivos se dedican a bombardear tus creencias y religión y en concreto a ti, católico, ¿tú que tienes pensado hacer? ¿te vas a quedar en el sofá viendo como cortan la emisión de la Misa los domingos? ¿o vas a dar la cara?.

Lo que las noticias no cuentan es que hasta las cadenas de TV que diariamente luchan y presumen por conseguir la mayor audiencia, han tapado y ocultado qué cadena y concretamente qué programación fue la más vista este domingo 12 de marzo de 2017:  La 2 de TVE, que consiguió triplicar el número de espectadores habitual (de 6,6% que son cerca de 300.000 fieles a 21,3% más de 1.217.000 millones de fieles).  

Y lo que tú no sabes es que mientras los medios quieren apartarte de la sociedad como católico, insultan y ridiculizan a tu Padre y a tu Madre, y entre que tú te despreocupas del tema porque te da pereza o miedo pensar y defender lo que crees, y no quieres que sepan los de tu trabajo o universidad que crees en Dios y hablas con Él a menudo: una famosa ha dado la cara por ti.

Y qué… ¿sigues queriendo taparte con la manta y dejar que otros defiendan tu fe por ti?. Ser buen cristiano no significa no poder pegar un grito de vez en cuando, callar a alguien cuando insultan a tu Madre (…la Virgen…Hostia…Me cago en Dios) o levantarte de una conversación donde critican tus creencias. Ser un auténtico cristiano es defender tu fe por encima de tu vida, trabajo o posición social. Cuando Jesús murió en la Cruz no se pensó las veces que no le ibas a defender o las veces que le ibas a fallar, sino las veces que entraste en una iglesia y le dijiste: ‘Aquí estoy Señor, un soldado para servirte’.