Adviento: un poema de Borges…

Cambiar el mundo, Universitarios

Este poema de Borges me encontró hace unas semanas. Ahora que es tiempo de Adviento, y que vamos a celebrar –como gustaba decir a Lewis– la entrada de Dios en la Historia, me parece muy sugerente releerlo. Especialmente me gustaron los versos en los que Cristo dice lo que conoció cuando se hizo hombre. En numerosas ocasiones, para reforzar el concepto de la Humanidad de Cristo, hemos oído predicaciones sobre el hecho de que Cristo pasó hambre, sed y dolor. Por supuesto que fue así, pero a lo mejor es un recurso un poco gastado. Personalmente, he caído más en la cuenta de la Humanidad de Cristo con algunos de estos versos de Borges: “Conocí la esperanza y el temor” o también el de “Vi por Mis ojos lo que nunca había visto: la noche y sus estrellas.”; “Conocí lo pulido, lo arenoso, lo desparejo…”, “El sabor de la miel y la manzana.”, “el olor de la lluvia en Galilea.”
Aquí os dejo el fragmento del poema. Espero que os guste.
Juan, I, 14
[…]
Yo que soy el Es, el Fue y el Será,
vuelvo a condescender al lenguaje,
que es tiempo sucesivo y emblema.
Quien juega con un niño juega con algo
cercano y misterioso;
yo quise jugar con Mis hijos.
Estuve entre ellos con asombro y ternura.
Por obra de una magia
nací curiosamente de un vientre.
Viví hechizado, encarcelado en un cuerpo
y en la humildad de un alma.
Conocí la memoria,
esa moneda que no es nunca la misma.
Conocí la esperanza y el temor,
esos dos rostros del incierto futuro.
Conocí la vigilia, el sueño, los sueños,
la ignorancia, la carne,
los torpes laberintos de la razón,
la amistad de los hombres,
la misteriosa devoción de los perros.
Fui amado, comprendido, alabado y pendí de una cruz.
Bebí la copa hasta las heces.
Vi por Mis ojos lo que nunca había visto:
la noche y sus estrellas.
Conocí lo pulido, lo arenoso, lo desparejo, lo áspero,
el sabor de la miel y de la manzana,
el agua en la garganta de la sed,
el peso de un metal en la palma,
la voz humana, el rumor de unos pasos sobre la hierba,
el olor de la lluvia en Galilea,
el alto grito de los pájaros.
Conocí también la amargura.
[…]