«Los intocables del Eliot Ness». El precio de la justicia

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En el Chicago de los años veinte, en plena Ley Seca, el alcohol prohibido corría por las calles como agua de lluvia, y un nombre reinaba en las sombras: Al Capone. Dueño del contrabando, de las apuestas y, sobre todo, de la política y la policía compradas a golpe de billete, su poder parecía indestructible. Fue entonces cuando Eliot Ness, agente del Tesoro, decidió formar un pequeño grupo de hombres incorruptibles, los “intocables”, para enfrentarse en solitario al capo más temido de Estados Unidos. La película de Brian De Palma, “Los Intocables de Eliot Ness” (1987), convierte esta historia en un duelo donde la justicia lucha contra la corrupción en un escenario de violencia, lealtades frágiles y sacrificios inevitables.

La película, no se limita a narrar este histórico enfrentamiento policial. Nos plantea una pregunta incómoda que acompaña toda la historia: ¿qué precio tiene realmente la justicia? Sean Connery, en el papel sublime del veterano Malone, lo resume con el desafío que guía la cruzada de Ness: «¿Qué estás dispuesto a hacer?». Porque no basta con señalar la corrupción, ni con declararse del lado correcto.

Enfrentarse a un enemigo sin reglas exige decisiones que ponen en tela de juicio la propia integridad moral, Ness empieza como un hombre recto, idealista, convencido de que la ley basta para derrotar al crimen. Pero pronto descubre que su rigidez se tambalea, cuando la vida de inocentes y compañeros está en juego.

La película retrata con crudeza el coste silencioso de esa lucha, el héroe que desafía al poder corrupto no solo arriesga su vida, sino que acumula cicatrices invisibles. Kevin Costner interpreta a un Ness que empieza siendo un hombre común y termina convertido en una figura casi trágica, atrapado en la paradoja del héroe moderno: admirado por su rectitud, pero condenado a la soledad de quien carga sobre los hombros un ideal demasiado pesado.

Malone, con su sabiduría curtida a golpes, se convierte en mentor y espejo; su sentencia más famosa, «No se puede llevar un cuchillo a un tiroteo», refleja el dilema de fondo: ¿puede la justicia mantenerse pura si adopta los métodos del crimen, o en ese punto empieza a perderse a sí misma?

Más allá de su reflexión ética, De Palma envuelve la historia en un lenguaje visual poderoso. La reconstrucción de época convierte al Chicago de los años veinte en un escenario corrupto, gélido y violento, donde cada calle parece oprimida por el dominio de Capone. La música de Ennio Morricone otorga a la película un tono dual: por un lado, una épica vibrante que acompaña la batalla desigual de Ness; por otro, notas sombrías que subrayan la soledad y la desolación que deja consigo la justicia. Y aunque toda la cinta está llena de tensión, una escena se ha vuelto legendaria: la secuencia en la estación de tren, con la caída del cochecito por las escaleras. Allí, De Palma demuestra que la violencia puede ser expresada casi como un ballet operístico.

El papel de Robert De Niro como Al Capone añade un contrapunto esencial. Lejos de retratarlo como un simple villano, lo convierte en un personaje desbordante, histriónico y aterrador, dueño absoluto de un sistema que parece plegarse a sus deseos. Su cinismo queda claro cuando afirma con calma que «un hombre se juzga por sus enemigos».

Al final, Los Intocables no es solo una historia del bien contra el mal, ni siquiera un relato policial clásico. Es una metáfora amarga sobre cualquier combate contra un sistema injusto: quienes lo enfrentan jamás salen indemnes. Malone lo sabía y Ness lo aprende cuando decide responder con la misma dureza que su enemigo. El triunfo contra Capone se viste de victoria oficial, pero también suena a derrota íntima: para vencer, Ness tuvo que convertirse en algo distinto de lo que era al inicio.

Casi cuarenta años después de su estreno y en un tiempo en que la corrupción se disfraza de sofisticación legal y la violencia se reinventa de maneras más sutiles, la lección que plantea De Palma no pierde vigencia. La justicia, nos recuerda Ness, no es un ideal abstracto: es un ejercicio diario, desgastante y solitario, que exige voluntad férrea, pero también la lucidez de no convertirse en aquello contra lo que se lucha. Ese, en definitiva, es el verdadero precio de la justicia.

José Carcelén Gómez

Ficha técnica:
Título original: The Untouchables
Año: 1987
Dirección: Brian de Palma
Reparto: Kevin Costner, Sean Connery, Charles Martin Smith, Robert De Niro, Andy García