La semana del 1 al 3 de agosto, los jóvenes de todo el mundo fuimos a Roma, convocados por el difunto Papa Francisco, para ganar la indulgencia propia del Jubileo que tiene lugar cada veinticinco años, desde que fuera convocado por vez primera en el 1300, por Bonifacio VIII. Han sido días de recibir muchísimo, por parte del Señor y de los hermanos.
La peregrinación ha contado con muchísimos momentos emocionantes: desde cruzar la Puerta Santa, hasta la Vigilia en Tor Vergata, con aquellas palabras que nos dirigía S.S. León XIV a los jóvenes: «aspirad a cosas grandes, a la santidad, allí donde estéis. No os conforméis con menos».
Sin embargo, el momento que más me impactó fue la Misa del encuentro de españoles en la Plaza de San Pedro. Fue muy emocionante ver a tantos jóvenes españoles que, como yo, iban con sus comunidades, tan llenos de alegría, buscando encontrarse con el Señor.
Durante la Misa, yo estaba sentado en la Plaza de San Pedro, un poco antes del obelisco. La Plaza fue diseñada por Bernini, con el objetivo de mostrar la acogida de la Iglesia. Es imposible estar en la Plaza de San Pedro y no dejarse llevar ante la majestuosidad y belleza de la obra. Al contemplar la columnata, con esa forma que diseñó Bernini, veía el abrazo de la Iglesia, que acoge a todos los que llegan a ella, sin distinción. Y esas columnas, en la parte superior, albergan sendas esculturas de santos. Esto, ciertamente, me impactó. Me daba cuenta de que, en la Iglesia, no peregrinamos solos, sino que siempre contamos, por supuesto, con la fuerza que nos viene del Dios Trinidad, pero también tenemos a los que nos han precedido, que nos ayudan, abogando por nosotros ante el Padre. La Iglesia Triunfante (los Santos), nos sostiene a la Iglesia Militante (los que aquí estamos).
Me sentí muy sostenido por la Iglesia: tenemos toda una familia de Santos que interceden por los que aún seguimos aquí, tratando de amar y servir en todo lo que hacemos, para mayor Gloria de Dios.
Siempre he sido católico, es la Iglesia en la que he nacido (por el Bautismo) y en la que vivo (por medio de los Sacramentos). Pero, en esa Misa, me confirmé como ‘hijo de la Iglesia’, por lo que doy muchísimas gracias a Dios. He redescubierto la belleza de la Iglesia, y me siento un privilegiado por haber sido llamado a conformar, desde mi modesto hacer, el Cuerpo Místico de Cristo, que es la Iglesia, de la que Él mismo es la Cabeza (Col 1, 18). Y doy gracias también por tantos amigos y hermanos que perseveran cada día en la Iglesia, que me acompañan, y que también rezan conmigo y por mí. Podemos decir con orgullo que, en Cristo, somos hijos de la Iglesia.
#unidosenlaoración
Jorge Hernando, Madrid (@jorgehm.01)