La realidad más sublime se esconde en la Eucaristía: el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo. Para comprender esa verdad extraordinaria, se precisa la luz de la fe. Así lo expresa Santo Tomás de Aquino (1225-1274) en el himno de 28 versos con rima pareada, “Adoro te devote”, en honor a Jesús Sacramentado, que compuso a petición del Papa en 1246, al celebrarse por vez primera, la fiesta del Corpus Christi.
Esta devoción la promovió, unos años antes en Lieja (Bélgica), santa Juliana de Cornillon, conservándose hasta nuestros días. Al Doctor Angélico, gran amante de la Pasión de Cristo y la Eucaristía, le preguntaron dónde se inspiraba para escribir su sabia obra, la “Summa theologiae”; respondió: “He aprendido más sobre Dios rezando delante de un crucifijo que leyendo libros”. En otra ocasión, rezaba en la capilla del convento dominico napolitano, y se pudo oír una voz que procedía del crucifijo: “Tomás has escrito bien de Mí; ¿Qué recompensa quieres?”. A lo que replicó: “Señor, nada sino a Ti”.
En dicho himno, cargado de piedad teológica, nos da las claves para entender mejor el misterio de Cristo presente en la Eucaristía: “Al juzgar de Ti, se equivocan la vista, el tacto, el gusto; pero basta el oído para creer con firmeza; creo lo que ha dicho el Hijo de Dios: nada es más verdadero que esta Palabra de verdad”.
Sin fe, sólo se tendrá certeza de lo que muestran los sentidos, y será difícil entender que, en ese trocito de pan consagrado, de color blanco, está realmente “Dios oculto y escondido”. Quien logra descubrir mediante la gracia de la fe este admirable hallazgo, experimenta un cambio radical en su vida, porque “a quien Dios tiene, nada le falta, sólo Dios basta”, en expresión de Teresa de Jesús. Así le ocurrió al otro Tomás, el apóstol, que no creía que el Maestro hubiera resucitado (“Si no lo veo, no lo creo”), hasta que metiera los dedos y las manos en sus llagas y costado.
El refrán popular se hace eco de la tradicional fe popular: “Tres jueves hay en el año que relucen más que el sol: Jueves Santo, Corpus Christi y el día de la Ascensión”. Los dos últimos trasladados al domingo, salvo en Toledo, Sevilla y Granada.
San Pablo confirma que el misterio central de la fe cristiana es la Resurrección de Jesucristo, porque si no, sería vana nuestra fe. El Jueves Santo, en la Última Cena, Jesucristo instituyó el sacramento de la Eucaristía. Consciente de nuestra debilidad y fruto de un amor hasta el extremo, no sólo nos hizo hijos de Dios con su Pasión, sino que se quedó realmente en todos los Sagrarios del mundo.
Del mismo modo que Dios eligió a Moisés para sacar a su pueblo de la esclavitud del faraón de Egipto, y durante la larga travesía les alimentó con el maná en el desierto, en la Pascua de la Nueva Alianza nos da el Pan vivo, que concede la vida al hombre. Quizás falta profundizar en esta grandiosa realidad. Por eso sorprende la reciente noticia: “el 60% de los costaleros admite no ir a misa”. Puede suceder que, pudiendo estar cerca de Jesús sacramentado, Dios verdadero, nos encontremos lejos, por falta de fe y formación doctrinal.
Ninguna procesión tiene comparación con la del Corpus Christi, porque Jesús recorre con su presencia real nuestra ciudad. Imaginemos que Jesús de Nazaret viene a Jaén, como cuando estaba en Betania, Caná de Galilea, Emaús o Jerusalén. La gente saldría emocionada a recibirle. Pues este acontecimiento se producirá este domingo por la mañana. En Villacarrillo, por bula del Papa León XIII, será por la tarde. Jesucristo lleva más de dos mil años esperándonos en los cerca de 60 Sagrarios de Jaén capital.
En la Cripta de la Catedral está expuesto todos los días, durante muchas horas, para poder visitarle. Además, se puede ganar la indulgencia plenaria en este Año Jubilar.
El himno poético litúrgico “Lauda Sion Salvatorem”, compuesto también por el “Aquinate”, nos anima a alabar al Pan vivo de vida, al que se celebra: “cuanto más puedas, y sin descanso; porque la mayor alabanza que se haga no será suficiente; alaba sin medida, que sea de todo corazón, sonora, gozosa, bella, con el alma jubilosa”. “Ecce panis Angelorum, Factus cibus viatorum” (alimento de los peregrinos).