Dio la espalda a Dios pero Él no se rindió

Testimonios

Sin Autor

Hola, amig@s.

Tengo 53 años y soy fiel seguidora del canal de WhatsApp «Jóvenes Católicos», aunque ya no soy tan joven.

Mi fe ha pasado por diferentes etapas a lo largo de mi vida. De niña pertenecía al coro de la iglesia, fui catequista y miembro de La Legión de María, incluso me llegué a plantear la posibilidad de tomar los hábitos.

Posteriormente, en la adolescencia, me alejé un poquito de Dios, pero mi fe continuaba intacta. Unos años más tarde contraje matrimonio con mi único novio, el de toda la vida, y fuimos bendecidos con una niña preciosa, noble, compasiva y obediente. Sin embargo, fue durante esa etapa donde nos enfrentamos a una gran prueba de fuego.

Por diversos motivos, algunos muy graves, los dos cometimos errores imperdonables. Las circunstancias y nuestra mala actitud nos abocaron al desastre y nuestra preciosa familia se iba desestructurando. La imagen del Sagrado Corazón de Jesús, del que soy tan devota, se iba difuminando en el olvido; aquellos bonitos recuerdos de mi infancia, en los que Dios era el centro de mi vida, iban fundiendo a negro sin que yo hiciera nada por evitarlo. Me rendí, solté Su mano, le di la espalda, y, a pesar de todo, en el fondo de mi alma nunca dejé de escuchar el eco de Su voz.

A menudo, sentía la necesidad de implorar Su ayuda, pero la vergüenza me lo impedía; no la merecía. Él, en cambio, tenía sus propios planes y no estaba dispuesto a dejarnos ir sin luchar por nosotros, sus hijos. Cuando peor estaban las cosas en nuestro matrimonio, no me preguntéis cómo, se hizo la luz. Los problemas que amenazaban nuestra familia se fueron solucionando como por ensalmo, y os digo, sin temor a equivocarme, que sentía la Gracia de Dios en cada movimiento, porque os aseguro que se trataba de problemas importantes y tremendamente difíciles de superar. Él, en Su infinita misericordia, nos salvó de la oscuridad en la que nos habíamos sumido.

Actualmente, el fuego de Su amor ha vuelto a prender en mi corazón, nos ha mostrado el camino de vuelta a casa y nos ha recibido con los brazos abiertos. Nos ofreció su Cruz para que dejáramos la nuestra a sus pies, nos confortó, fortaleció nuestro espíritu y nos devolvió la felicidad y la armonía.

Ahora, nos esforzamos cada día por hacer de nuestro hogar una morada digna de Él; rezo el Santo Rosario a diario para que la Virgen María, Reina de la familia, interceda por nosotros, porque aún sigo lidiando con el peso de la culpa sobre mi conciencia y con la pena de haberle fallado. Espero que me alcance la vida, la terrenal o la eterna, para redimir mis pecados y entregarle todo el amor que le negué en aquel tiempo aciago.

En definitiva, mi testimonio de fe se podría resumir con una frase que leí en alguna parte y que tomé prestada: «Creo en Dios como el ciego cree en el sol, no porque lo ve, sino porque lo siente».

Gracias por el maravilloso e inspirador contenido del canal. Dios os bendiga y guíe vuestras intenciones.

Rosa Nieto