Troya (2004), dirigida por Wolfgang Petersen e inspirada en La Ilíada de Homero, revive uno de los mitos más universales de la antigüedad: la guerra entre griegos y troyanos, desatada por el rapto de Helena. Esta historia brilla por sus batallas grandiosas y sus héroes míticos, caracterizados por un reparto de lujo, sin embargo, la película nos invita a reflexionar sobre temas muy profundos, se adentra en las razones por las que los hombres aman, luchan y mueren.
Entre lanzas, murallas y duelos que nos pondrán la piel de gallina, se esconde algo más duradero que el propio acero: el deseo de gloria, la fidelidad a la familia, la lealtad al pueblo y los amores que trascienden el tiempo. Al final, lo que permanece no son solo las gestas bélicas, sino el recuerdo de aquellos que se atrevieron a desafiar a los dioses y al destino en nombre de sus pasiones más humanas.
Todo comienza con el romance entre Paris y Helena, este impulso romántico desencadenará un conflicto que arrastra a pueblos enteros. En este amor se encarna el amor pasional y joven, ingenuo y desafiante al mismo tiempo. Lo que a primera vista puede parecer un capricho banal, nos recuerda como hasta los sentimientos más individuales pueden alterar el curso de la historia, cuestionando hasta qué punto somos dueños de nuestras pasiones o esclavos de ellas. Su relación, más allá del deseo, funciona como una chispa que revela la fragilidad de las alianzas políticas y la vulnerabilidad de los reinos frente a lo íntimo. Al final, esta guerra no nace de una estrategia calculada, sino de un sentimiento que, por ser intrínsecamente humano, resulta incontrolable.
En contraste a esta relación, el amor paterno-filial entre Príamo y Héctor aporta una dimensión profundamente humana al relato. Príamo no es solo el rey de Troya, es un padre que sufre por sus hijos, y Héctor, más que un príncipe guerrero, es un hombre que lucha por proteger a su familia y su ciudad. Es precisamente el amor que le tiene a su padre y a su pueblo el que marcará su destino, pues será ese deber el que lo lleve a enfrentarse a Aquiles aun sabiendo que se arriesga a una muerte inevitable.
Héctor encarna así el arquetipo del héroe: honorable, leal hasta el final, y consciente de que su sacrificio trasciende lo personal para convertirse en ejemplo eterno. Su figura no solo influye en los personajes dentro de la película, sino también en nosotros como espectadores, que encontramos en él un símbolo de dignidad, entrega y amor verdadero hacia todo lo que merece ser defendido.
La película también retrata el vínculo entre guerreros, la hermandad forjada en el campo de batalla. Aquiles y Patroclo encarnan ese amor fraternal que trasciende la sangre, un lazo de lealtad que da sentido a la vida y a la muerte. La muerte de Patroclo a manos de Héctor desencadena la furia y la venganza de Aquiles, mostrando cuán profundo puede ser este tipo de unión.
Lo mismo ocurre con Héctor y sus soldados, cuya entrega no nace de la gloria personal, sino de un amor colectivo por defender su patria, su gente y su memoria. Frente a la ambición individual de muchos griegos, los troyanos encarnan un sentido de pertenencia y resistencia que los vuelve más humanos y cercanos, hombres que luchan no solo por conquistar, sino por conservar aquello que aman. En ambos bandos descubrimos que la verdadera fortaleza no está únicamente en la espada, sino en el vínculo invisible que une a quienes pelean juntos hasta el final.
En definitiva, Troya nos recuerda que el propósito de los héroes no se mide solo en victorias o derrotas, sino en aquello por lo que están dispuestos a entregar su vida. El amor, en sus múltiples expresiones (pasional, fraternal, paternal o hacia la propia patria), aparece como fuerza que da sentido al sacrificio y a la memoria.
Toda gloria terrenal es efímera, pero sus los afectos afectos perduran incluso más allá de la muerte, como lo muestran los lamentos por Héctor o el dolor de Aquiles ante la pérdida de Patroclo. Por eso la película, más allá de sus batallas espectaculares, el verdadero mensaje de la película es cómo cada ser humano busca dejar huella a través de lo que ama. Y en nuestro presente, aunque vivamos lejos de espadas y murallas, seguimos enfrentándonos a la misma cuestión que los héroes de Homero: ¿qué nos impulsa realmente a luchar cada día? ¿la ambición de ser recordados o el amor hacia quienes nos rodean? Tal vez la respuesta, como en la propia guerra de Troya, no sea única, pero sí nos invita a mirar con mayor claridad qué batallas valen la pena librar.
José Carcelén Gómez
Ficha técnica:
Título original: Troy
Año: 2004
Dirección: Wolfgang Petersen
Reparto: Brad Pitt, Eric Bana, Orlando Bloom, Diane Kruger, Brian Cox, Sean Bean, Brendan Gleeson, Rose Byrne, Peter O’Toole, Garrett Hedlund