María Goretti, nacida en 1890 en una empobrecida familia campesina italiana, fue la tercera de seis hijos. Su infancia estuvo marcada por la adversidad; a los nueve años, la muerte de su padre por malaria exacerbó la ya precaria situación económica familiar. Este evento obligó a su madre a trabajar en el campo, mientras que María, a su corta edad, asumió la responsabilidad del cuidado de sus hermanos menores. La familia Goretti compartía sus labores agrícolas con Giovanni Serenelli y su hijo Alessandro, en unas condiciones donde la mayor parte de las ganancias eran retenidas por los Serenelli, sumiendo a los Goretti en una constante escasez.
A pesar de las dificultades, María demostró una notable piedad y generosidad. Compartía cualquier bien recibido con sus hermanos y, en sus viajes al pueblo, visitaba el santuario de Nuestra Señora de las Gracias. Su profunda fe se manifestaba en la práctica diaria del Rosario por el alma de su padre.
En junio de 1902, Alessandro Serenelli, de 20 años, comenzó a acosar a María, quien entonces tenía 11 años. A pesar de sus repetidos rechazos, María, por temor a generar problemas, no reveló estas insinuaciones a su madre. El 5 de julio de 1902, Alessandro la agredió violentamente. Ante su firme negativa a ceder a sus demandas, María fue apuñalada catorce veces. Sobrevivió veinte horas en el hospital, y en su lecho de muerte, demostró una extraordinaria capacidad de perdón, declarando: «Sí, por el amor de Jesús lo perdono… y quiero que esté conmigo en el Paraíso». Falleció el 6 de julio.
La inquebrantable fe y pureza de María tuvieron un impacto profundo en Alessandro. Tras once años de prisión, una visión de María propició su completa conversión. Al ser liberado, buscó el perdón de la madre de María y dedicó el resto de su vida a una vida de piedad y servicio. Su testimonio fue crucial en la Causa de Beatificación de María. En 1950, María Goretti fue canonizada en una emotiva ceremonia que contó con la presencia de su madre, un hecho sin precedentes en la historia de la Iglesia. Santa María Goretti es hoy venerada como un símbolo de pureza, perdón y fortaleza ante la adversidad.
Fuente: María Goretti