“De cómo las redes sociales te van comiendo poco a poco”

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Por María Ferrández Pomares

Siiii! ¡¡¡LAS REDES SOCIALES MOLAN!!!

Y tanto que mola tener redes sociales, ver fotos y vídeos de amigos que están lejos, poder compartir cosas que te gustan, inspirarte con el contenido que ves, estar al tanto de la vida de los famosos, ver vídeos instantáneos de bailes que se convertirán en virales.

Pero cuando nuestra vida empieza a depender de una red social, de tener más o menos seguidores, de que te den un like, de ver la vida de los famosos… algo se nos está escapando, porque es en ese momento cuando nos estamos adentrando en una pantalla y nos evadimos de nuestro alrededor.

¿Cuántas veces cuándo no tenías nada que hacer lo primero que has hecho ha sido mirar el móvil? Seguro que muchas, y también seguro que muchas de esas veces han sido de manera inconsciente, ni siquiera te dabas cuenta y cuando miras el reloj resulta que has estado una hora con el móvil. ¿Qué pena no? Perder una hora de nuestra vida pegados a una pantalla, cuando seguro que, si subes la mirada te das cuenta de las mil y una cosas que tienes pendientes de hacer, desde estudiar, ayudar a alguien que lo necesite, pasar tiempo con tu familia o con tus amigos, hacer algo de voluntariado, practicar algún
deporte o simplemente pasear por tú ciudad y describir nuevos rincones.

Y es que sin quererlo nos estamos “dejando comer” por una pantalla que si echas la vista atrás no existía hace 15 años. Y ahora resulta que no podemos vivir sin el móvil, porque lo necesitamos para casi todo, desde para pagar en un restaurante hasta ponernos el GPS para llegar a algún sitio.

Yo misma tengo que confesar que me encantan las redes sociales, me distraen mucho, me inspiran…y como me encanta la moda siempre me gusta estar al tanto de las ultimas tendencia, de nuevos “outfits”. También me distrae mucho escuchar música en Spotify, porque no nos olvidemos que Spotify a pesar de ser una plataforma musical, también es una red social.

¿Y por qué nos comen las redes sociales? pues por mil razones! Cuando pasas a depender de ellas, te cuesta mucho más tener conversaciones más profundas con tus amigos, apreciar la belleza de tu alrededor, sacar un rato para hacer un rato de oración o para ir a misa. Esos quince minutos que estas con el móvil son los quince minutos que puedes invertir en pasarte por un sagrario y contarle al señor tus alegrías, tristezas, tus planes. No hace falta mostrar en una red social tus platos de comida, tus fiestas o viajes.

Cuando le tienes a Él, que está ahí esperándote, con su sencillez sin esperar nada a cambio, solo quiere que le mires y le cuentes. Porque si quieres puedes hacerle un espacio en tú corazón y te puedo asegurar que en el momento en el que empiezas a contar más con Dios y salir de tu mundo digital o de tus ideas, es cuando empiezas a vivir, pero a VIVIR en mayúsculas, a soñar a lo grande.

Es en ese momento cuando empiezas a darte sin esperar, a darte por amor. A olvidarte si te darán un simple corazón en Instagram, ¿qué valor tiene eso? NADA. Tendrás la cabeza centrada en dar amor, pero en dar amor en la tierra y no en las pantallas.

Hay una frase que para mí representa esto a la perfección y es del Evangelio de San Juan: “Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos” y es que si te paras a pensarlo nos hemos acostumbrado a vivir del postureo y no de la realidad. Porque en las redes podemos llegar a tener 400 seguidores, pero piensa a cuántos de esos 400 conoces de verdad, te puedo asegurar que no conoces ni a la mitad. Da la vida por tus amigos, pero dala día a día, demuestra que les quieres que haces las cosas con amor de manera interesada, no por complacerles, saca lo mejor de ellos, reza por tus amigos.

Pero sobre todo sé tú mismo siempre, que nadie te corte las alas, no tengas vergüenza a decir que no tienes redes sociales, te puedo asegurar que te quitas un gran peso de encima. Y que ganas tiempo, mucho tiempo para estar con los tuyos para acercarte más a Dios, para centrar la mirada en Él subir la mirada hacia el amor y alejarla de aquello que solo nos hace compararnos y creer que no somos suficientes. Dejémonos conquistar por la mirada de amor que Dios nos da y que nos dice: “Tú vas a ser mi hijo amado y nunca me cansaré de cuidarte, lánzate y cuida a los de tú alrededor, desprende ese calor humano que tanta falta hace a tu alrededor”.