Hay películas que sorprenden por su estética, y otras por lo que te hacen sentir. Spider-Man: Un nuevo universo logra ambas cosas. Es la clase de película que me reafirma en la convicción de que la animación es un medio capaz de contar historias con una sensibilidad y libertad que el cine convencional a veces no se permite. No es una película “solo para niños”; es una historia capaz de conectar con todas las edades, contada con una riqueza visual y musical extraordinaria. Pocas veces una banda sonora y un estilo de animación han estado tan bien integrados con el viaje emocional de su protagonista.
A través de Miles Morales, la película nos invita a reflexionar sobre lo que significa crecer, tomar decisiones y atreverse a dar el salto. Miles es un adolescente común, lleno de dudas, miedos y presionado por el peso de las expectativas que otros han depositado en él. La famosa frase “Un gran poder conlleva una gran responsabilidad” cobra aquí una nueva dimensión: no es una lección aprendida en abstracto, sino una verdad que surge de la experiencia de alguien que no se siente listo ni digno de ser el héroe que todos esperan. Como la vida misma, la historia de Miles nos muestra que a veces nos enfrentamos a responsabilidades y dolores inesperados, y que la verdadera heroicidad reside en seguir adelante incluso cuando todo parece perdido.
Quizás uno de los mayores éxitos de la película es cómo traduce visualmente ese crecimiento interior. Al principio, los movimientos de Miles son torpes, su animación refleja su inseguridad, y solo cuando se acepta a sí mismo, su fluidez y sincronía con los demás se hacen evidentes. No se nos dice que ha madurado: lo vemos y lo sentimos. A lo largo de su camino, Miles carga con las expectativas de su padre, la influencia de su tío Aaron y las dudas de los otros Spider-personajes. En una escena clave, confiesa a su mentor Peter que no quiere ser Spider-Man, y este le responde: “No creo que tengas alternativa”. Esa conversación resume una verdad universal: la vida nos impone desafíos y responsabilidades sin pedir permiso, y es en la forma en que los enfrentamos donde reside nuestra humanidad.
Uno de mis momentos favoritos de la película es la escena en que Miles compra un disfraz de Spider-Man y le pregunta al dependiente (el propio Stan Lee animado) si puede devolverlo en caso de que no le quede bien. “Siempre queda. Eventualmente”, responde Stan Lee. Esa frase condensa el mensaje central de la película: nadie está listo de primeras para lo que la vida le depara, pero con tiempo, fe y determinación, todos acabamos encontrando nuestro lugar. Esta idea alcanza su máxima expresión en el emblemático salto de fe de Miles. Cuando se lanza al vacío, sin red, asistimos al clímax emocional, narrativo y visual de toda la película. Ya no huye ni duda: acepta plenamente quién es y actúa en consecuencia.
Stan Lee decía: “Aquella persona que ayuda a los demás simplemente porque debe hacerlo, y porque es lo correcto, es sin duda un auténtico superhéroe.” Miles Morales encarna ese espíritu. Aunque no sea un personaje explícitamente cristiano, representa esa fe profunda, esa insistencia en levantarse una y otra vez, aunque todo a su alrededor parezca venirse abajo. Su fuerza no nace de la perfección, sino de la perseverancia. Por eso Spider-Man: Un nuevo universo no es solo una maravilla técnica. Es una historia sobre crecer, fallar, volver a intentarlo y, sobre todo, sobre cómo a veces la única forma de avanzar es dar un salto de fe, aunque no sepamos si estamos preparados. Porque, eventualmente, encaja.
José Carcelén Gómez
Ficha técnica:
Título original: Spider-Man: Into the Spider-Verse
Año: 2018
Dirección: Bob Persichetti, Peter Ramsey, Rodney Rothman
Reparto: Nicolas Cage, Hailee Steinfeld, Jake Johnson, Mahershala Ali, Liev Schreiber, Lily Tomlin, Shameik Moore