-¿Que qué significa abrir el corazón? Pues eso, abrir el corazón.
Es la respuesta que me sale cuando me hacen esta pregunta. Es muy poco elaborada, lo sé, pero es que soy muy bruta.
El otro día, una amiga me pidió que le aclarara qué quería decir con eso de que tenía que «abrir el corazón».
Me puso en un aprieto porque es de esas cosas que sabes por intuición y que nunca he sentido la necesidad de racionalizarlo, así que decidí ir respondiendo por fascículos, a medida que rezando me iban brotando ideas inspiradas. Y éste es el resultado.
Nuestra relación con Dios puede ser fría y distante, de criatura a creador, de respeto, pero en la distancia. También puede ser de amor, pero de amor concupiscente, que busca someter a Dios a nuestros antojos y que espera que Dios sea como nosotros queremos.
Y la relación que Dios desea de nosotros: una relación de amor redimido, en la que buscamos someternos a Dios en todo y ansiamos ser transformados por Él para amar cada vez más y mejor.
Desear esta relación de amor es lo que te dispone a abrir el corazón. Pero la realidad es que esta forma de amar no es sólo fruto de una libre decisión, de un deseo santo, es también un don de Dios. Yo creo que este don no se le niega a nadie que verdaderamente desee amar a Dios así.
Pero no basta con el don y el deseo, que por cierto, también es don -«todo es don»-; hace falta también la imprescindible docilidad. Creo que podría decir que abrir el corazón es la docilidad al Espíritu Santo. Él inspira en nuestro corazón el rumbo a seguir para esa unión con Dios de amor redimido y la docilidad, la apertura de corazón, permite caminar hacia esa unión, hacia la identificación con Cristo, que es la única forma de amar bien, como Dios espera ser amado, como Jesús le ama.
Por cierto, creo que hay otras dos formas de «relacionarse» con Dios aunque inicialmente no pensé en ellas: la indiferencia del que no piensa siquiera en Él, y el odio a Dios, que me parece del todo incomprensible. Este último también ha abierto el corazón, pero al Malo.
Yo creo que mi amiga piensa que esto de abrir el corazón es algo que ayer no tenía y hoy ya lo tengo; y no es así, es algo gradual y lleva toda la vida. Pienso que el mero deseo ya es empezar a abrir el corazón.
Abrir el corazón es entregárselo todo a Dios, pensamientos, obras, mis cosas, voluntad y sobre todo mi propio ser.
Yo suelo rezar la oración del abandono, durante las ofrendas de la Misa, para mostrar mi deseo de abrir completamente mi corazón:
«Padre mío, me pongo en tus manos; haz de mí lo que quieras; cualquier cosa que hagas de mí, te doy las gracias; estoy dispuesto a todo, lo acepto todo; no deseo nada más que tu voluntad se cumpla en mí y en todas tus criaturas. Pongo mi vida en tus manos, te la entrego, Dios mío, con todo el amor de mi corazón, porque te amo y es para mí una exigencia de amor darme a ti, abandonarme entre tus manos sin medida con una infinita confianza porque tú eres mi Padre.»
Le dije también que para saber bien qué nos indica el Espíritu Santo es necesario el acompañamiento espiritual y que aceptar esa guía es signo de la apertura del corazón, para evitar ser yo quien dirija mis pasos y dejarle al Espíritu Santo llevar las riendas de mi vida.