Dios siempre pide todo, Dios siempre sorprende. ENJOY

Testimonios

Sin Autor

La muerte de una profesora de mi colegio nos sorprendió a todos. Justo unos días antes de que se fuera al Cielo íbamos a ir con unas amigas a visitarla, pero Dios se nos adelantó. El día que falleció me enteré de que era supernumeraria del Opus Dei.

Al llegar a casa, hablando con mi madre me comentó: ‘Irene, si algún día te planteas la vocación lo podemos hablar’. Nunca lo había pensado hasta entonces. Me di cuenta de que Dios quería algo de mi pero no sabía el qué. Me acordé de un comentario que me hizo un sacerdote hace tiempo, algo así como que no era normal que una chica rezara el Rosario todos los días de camino a la uni, y tenía razón, para mí era algo normal pero visto desde fuera quizá no lo era tanto, o no es algo que haga todo el mundo.

Me llamo Irene Martínez, tengo 22 años y estudio Derecho y ADE en la Universidad de Lleida. Soy la pequeña de 4 hermanos y vivo en Fraga, donde tengo mi maravilloso grupo de amigos, muy diferentes y muy buenos, con un gran sentido del humor y tristemente podría decir que con muy poca o ninguna fe.

Mi relación con Dios dio un giro de 180° ese mismo verano cuando me fui de voluntariado. Hasta entonces no había experimentado lo que era sentirse querida por Dios, sabía que existía, pero no que me quería tanto. Una frase que tengo grabada es: ‘Ser creyente no es creer que Dios existe, sino creer de verdad que nos quiere’.

Conocí a gente muy buena y también creyente, un grupo increíble de jóvenes donde cada uno vivía la fe a su manera. Venían de la Obra, el Camino Neocatecumenal, Effetá, incluso había conversos. Descubrí que no hay una manera determinada de tener fe, no son unos mejores que otros, sino que la fe de cada uno es única, la relación de cada uno con Dios es única, y no es una mejor que otra.

Me llamó mucho la atención de los organizadores: su cariño, como nos cuidaban a cada uno; su servicio, anticipándose siempre a las necesidades de los demás; su paciencia; su alegría, siempre alegres nunca tristes; su fe y confianza en Dios, pues nada salió como lo habían organizado (la primera semana dos dieron positivo en Covid y se cambiaron todos los planes), pero estaban ‘llenos de Amor de Dios’ y con muchísima ilusión habían organizado ese voluntariado, con el fin de darnos a conocer la alegría que se esconde detrás de la entrega desinteresada al prójimo. Y así ocurrió, no exactamente como ellos tenían planeado, pero sí como Dios quiso, así que aún mejor. Porque ‘si quieres hacer reír a Dios cuéntale tus planes’.

Mientras me planteaba la vocación le pedía a Dios luz para ver y fuerza para querer. Desde Torreciudad le pedí ayuda a la Virgen. Tenía miedo, no sabía si estaría a la altura y ni siquiera si realmente me llamaba a la vocación a la Obra o no. Es gracioso, pero hablando con mi sacerdote me dijo lo mismo, evidentemente no había nacido sacerdote y también tuvo sus miedos. Me ayudó a verlo como un regalo y no tanto como una carga. Seguí cuidando mi plan de vida.

Siempre he querido formar una familia y he soñado con la conversión de mi padre, mis hermanos y amigos. Pensé que una manera de darles a conocer el Amor de Dios podría ser a través de mi futura familia. Me encantaría que un día lleguen a conocer lo que yo he conocido.

En un viaje a Roma visité Santa María de la Paz. Allí alguien a quién admiro me dijo que mi vocación no venía de cero, sino que Dios me había estado preparando el camino durante mucho tiempo y me estaba dando la libertad de entregarle mi vida. Pedí la admisión una vez de vuelta, en mi realidad, que ahora mismo es Lleida, Fraga y mi casa. Que bonitos los pequeños milagros que va haciendo Dios día tras día. ¡La Confirmación de una amiga al volver fue el primero! ¡La curación de mi sobrina el segundo! Y así sucesivamente…

Sin embargo, existe la Cruz. La identificación del cristiano es la Cruz. Pero ¿qué es la Cruz? Es la manifestación de amor más grande de Dios por nosotros. Jesús murió por ti y por mi clavado en un madero. La Cruz es dolorosa, quizá demasiado algunas veces, pero es a la vez una bendición, una manifestación de todo el cariño que el de arriba nos tiene.

Desde que me lancé a la aventura con 20 años de darle mi vida a Dios me siento especialmente cuidada por Él. Me envía cruces, algunas pequeñas, otras de más peso, pero todas forman parte de mi camino al Cielo. Las contrariedades, la enfermedad, el cansancio físico y moral, la humillación, todo aquello que no entiendes y que parece que va al revés, todo es una bendición, un regalo. Dios aprieta pero no ahoga. Y siempre, siempre sorprende. Te alegra, te hace reír, de ti mismo muchas veces, y baila y juega contigo. Y es entonces cuando disfrutas. Disfrutas del amor de Dios que se manifiesta en la vocación. No tienes miedo y amas fuerte porque sabes que todo irá bien.

Omnia in bonum!

Irene Martínez Masot