¿Tiene sentido caminar?

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Llevaba caminando más de 60 km, cuando pensaba qué significaría caminar a hacia la tumba de una persona, en este caso de Santiago.

Mi nombre es Juan Pablo Martín, y se me apoda Pajarito. Hace dos semanas tuve la gracia de hacer el famoso y grandioso camino de Santiago. De pequeño mi hermano me contaba las historias de este santo: cómo milagrosamente se encontró su cuerpo, cómo evangelizó España sin ser escuchado, cómo se le apareció la Virgen del Pilar y le dio esperanza, cómo aparecía en batallas como el “matamoros”.

Sin embargo, mis expectativas no eran tan grandes, éramos un grupo de 25 personas. Comenzamos por Sarria, donde subí a una torre medieval con mi amigo Rodri, vimos el pueblo y el paisaje, además tuvimos una charla muy profunda, lo cual, nos fue introduciendo en qué nos depararía esta experiencia.

Caminamos durante 5 días, entre valles, lomas, cerros y planicies, con lluvia, sol y tinieblas. Charlé con varias personas, muchas de ellas hacían el camino tan solo porque les gustaba el paisaje o porque querían llevar a un amigo. Pero había algo que a todos nos faltaba descubrir, un sentido más profundo.

Sin embargo, a pesar de las adversidades y cansancio, con cada persona surgían conversaciones profundas, que en lo cotidiano no suelen aparecer, además, la gente estaba bien predispuesta, se volvía “más humana”, ya que, te ofrecía ayuda, agua y comida, era simpática, entre otras cosas positivas.

Al pasar los días, nos enteramos que se dice por tradición, que Santiago se hace presente de alguna forma a cada uno en este camino. De mi parte me marcó especialmente en 2 signos.

El primero, fueron 5 chicos que conocimos, simpáticamente los invitamos a tocar la guitarra en la plaza. Por la tarde, al encontrarnos nosotros estábamos muy alegres, riéndonos, cantando y bailando. Ellos nos comentaron que jamás habían tenido una conversación con un sacerdote, nosotros estábamos con el Padre Lisandro, y se sorprendieron de lo que hacíamos, allí nos sacamos una foto y cada uno se fue a donde debía.

Sin embargo, no iba a terminar aquí nuestro encuentro, al otro día los invitamos a Misa y quisieron ir, y desde allí todos los días fueron a celebrar la Eucaristía, y terminaron el camino junto a nosotros. Era impactante, como afirmó el Papa Francisco, que “la alegría es misionera”. Estos chicos siguen en contacto con varios de nosotros, incluyendo el Padre Lisandro, y justo viven cerca de donde él mismo está de misión, en FASTA Valencia.

El segundo signo, fue una monja muy alegre que conocimos el tercer día en Misa, la misma nos ayudó a resolver lo que yo me preguntaba en el camino: ¿Qué sentido tenía caminar hacia una tumba? Lo que comprendimos junto a ella fue que lo que hacíamos era símbolo de nuestra vida, hay alegrías y adversidades que debemos superar, y en la misma, tarde o temprano, terminamos en un cajón, pero la esperanza no muere y como Santiago, podemos resucitar por misericordia de Dios en la gloria eterna, y además seguir presente en los corazones de muchas personas, como el apóstol que sigue presente en cada peregrino. Sin duda, había un sentido.

Esto y mucho más fueron las gracias que vivimos, terminamos el último día llegando a Santiago, mientras cantábamos con alegría. Tras la Misa del peregrino donde vimos el botafumeiro, bajamos a la tumba del santo que ahora estábamos convencidos que estaba vivo en el cielo, y le entregamos todo este camino con todo lo que conllevó.

Espero que de esta misma forma que los hicimos hace unos días, todos sigamos caminando en cada día, con alegría y esperanza, dando gracias a Dios por tanto recibido.

Juan Pablo Martín
Un pajarito peregrino.