Con los pies en la tierra y la mirada en el Cielo

Catequesis

Sin Autor

Buenos días Jesús, qué golpe de realidad y qué certero el Evangelio de hoy (Mt 6, 19-23)

Llevaba días pidiéndote tener Tu mirada, poder tener tus ojos para mirar cómo sólo Tú lo haces y hoy me lo dices de una manera que se entiende a la perfección.

Me dices que si mi ojo está enfermo, mi cuerpo entero estará a oscuras. Y ¡cuánta razón!

De los cinco sentidos, todo entra en un primer momento por la vista, y cuánto daña ver la mota en el ojo de mi hermano y no la viga en el mío. Cuántas veces no tengo una mirada de compasión con el prójimo, cuántos juicios a primera vista y cuánta oscuridad en el alma.

Tú, que eres Dios, fuiste criticado por acoger a prostitutas, leprosos, vamos, a los que nadie quería, y cuántas veces nosotros sólo vemos miserias en los que nos rodean.

Cuántas veces giramos la cabeza ante quien nos necesita por ponernos las gafas de este mundo, por tener una mirada mundana, olvidando que somos ciudadanos del cielo y no de la tierra. Que ese egoísmo sólo nos lleva a atesorar tesoros en la tierra que la polilla y la carcoma los roen.

Mientras, dejamos de atesorar tesoros del cielo, donde no hay polilla ni carcoma que los roan, y donde la recompensa siempre va a ser uno por mil.

Te pido Señor que este verano tenga tu mirada, que sepa ver con tus ojos lo que necesite el prójimo y que pueda estar siempre donde se me necesite. Que este verano, seas Tú quien marque mi agenda, y yo solo te sirva como instrumento tratando de ser tus manos, tus ojos, tu boca y tus oídos. Que saques mis ojos de esa tiniebla y pueda ser luz para quien lo necesite.

Jaime Martínez Velasco