“Ahí estás Tú”

Testimonios

Sin Autor

Por Jorge Hernando
@jorgehm.01

Recuerdo cuando en clase de religión, y nos explicaron los Sacramentos, la profesora nos enseñó que Eucaristía significa “Acción de Gracias”. Y es que, vivir la Misa desde el agradecimiento, es otro rollo. También recuerdo cuando me preparaba para la Primera Comunión. Todo eran nervios y expectación, pero creo que, por aquel entonces, yo no era muy consciente del verdadero significado del paso que daba. Cuando recibí Su Cuerpo por vez primera, algo en mí cambió, hizo que me interesara por Él. En cierto modo, creo que de una manera especial me acercó a Su Lado.

Durante el tiempo de Catequesis, mis padres me llevaban los domingos a Misa, para que conociera lo que era. Pero no era yo consciente de lo que ahí, en el altar, sucedía. Después de hacer la Primera Comunión, dejé de ir a Misa los domingos. Me decía “si ya voy en el colegio, con eso me vale”; no conocía aún la importancia de Jesús y de la Misa.

Siempre he reflexionado acerca de Jesús Eucaristía. ¿Por qué el pan? El pan, bien mirado, es un alimento común a todas y cada una de las culturas. Aunque se haga de manera distinta, el pan lleva lo mismo: agua y harina. Y la importancia está en su cotidianidad. Jesús quiere formar parte de nuestra cotidianidad, que contemos con Él cada día. Muchos pensarán… ¿qué hacen esos adorando un simple trozo de pan? Pero es mucho más. En ese “simple pan”, está verdaderamente Jesús. Mira que se pudo quedar, ¡qué se yo!, en una escultura o en alguna otra forma; pero decidió quedarse en el pan, en lo más sencillo.

Poco a poco volví a retomar la costumbre de ir a Misa los domingos: solo o con amigos. Descubrí la importancia que tiene la Eucaristía en mi vida. Cuando no podía ir, era como que algo me faltaba, y yo notaba que la semana se me hacía más pesada, no era igual. Para mí, la Misa lo es todo, desde las Lecturas, hasta la bendición, pasando por el momentazo: la Comunión. Todo está pensado al detalle para que puedas encontrarte con todo un Dios que busca unirse y habitar en ti. Cada gesto, cada vez que te arrodillas, cada respuesta… todo está pensado al detalle para que, con fidelidad, puedas recibirLe en tu corazón. Cada vez que lo recibo, imagino que entra en mi corazón y allí, permanece, como en un sagrario. ¡Impresiona pensarlo! Cada vez que lo recibes, te conviertes en un sagrario. Y es ahí donde se produce el mayor encuentro de amor, entre uno mismo, y Aquél que, por amor, se entregó por ti. Antes de que nacieras, ya se había entregado por ti. Me flipa pensar esto. Y luego, tras la Misa, he aprendido a no irme corriendo a salir para mirar el móvil; simplemente, de rodillas o sentado, darLe las gracias por dejarme recibirLe, darle las gracias por que Él está en mí y yo en Él. Y cuán importante es, en ese ratito, hacer un poco de silencio, para poder escucharLe.

No podemos dejar que este encuentro quede en un simple rito, en un ir porque toca, en un precepto más de tantos. Jesús se hace verdaderamente presente, su presencia es real. Si fuéramos verdaderamente conscientes de lo que sucede en el altar, si lo viviéramos con más intensidad, iríamos a Misa con otra cara, Le recibiríamos más a menudo. Él en mí y yo en Él.