La Virgen, camino y Madre

Testimonios

Sin Autor

Por Teresa Félix

Hace dos años me consagré a la Virgen. Me consagré sin saber muy bien que implicaría, tenía miedo de no estar a la altura, de no saber hacerlo. Nunca había tenido mucha devoción por la Virgen, simplemente sabía que era mi Madre y que estaba ahí cuando la necesitase, rezaba el rosario de vez en cuando, pero siempre “tiraba” más por dirigirme a Jesús.

Ahora, entiendo que no era yo la que tenía que hacer, sino que era la Virgen quien iba a hacer. Solo necesitaba mi sí, mi completa libertad para que Ella pudiese darse a mí. No necesitaba estar a la altura, solo quería mi corazón, tal como es. Deseaba darme cada día más a Jesús y ahora veo que realmente el camino más directo a Jesús era María.

Ella lleva a su Hijo el agua de mis tinajas para que la convierta en vino, me recoge bajo su manto y me entrega a la Misericordia de Jesús. Ella me enseña a amarle con su corazón, ¡hay que amar a Jesús con el corazón de María! Me enseña a dar un sí sin medida, ¡Hágase en mí según Tu palabra!, hoy y todos los días, en lo concreto, en mi estudio, en mi familia, en mis amigos… ¡hágase! Me enseña a guardar la intimidad con Dios, a escucharle en el silencio, a llevarlo todo a mi corazón. A hacerme pequeña, a ser humilde y sencilla para reconocerme tan solo un pequeño instrumento en manos del Señor.

La Virgen, recoge todo lo que Jesús crucificado nos quiere entregar para que nada se pierda, y nos lo da a través de su Inmaculado Corazón. Jesús, por medio de María, realiza los milagros.

Y no solo he entendido que Ella es el camino a Jesús, sino que, verdaderamente, es mi Madre. Jesús, en la cruz, nos entregó a María como madre (“Ahí tienes a tu madre”) y nos entregó a Ella como hijos (“Ahí tienes a tu hijo”). No hay mayor regalo que una Madre. Madre de Dios y Madre nuestra, Madre de Cristo y Madre de la Iglesia… Y como madre de la humanidad, no deja de interceder por cada uno de sus hijos.

Ella consuela, escucha, y ama. Ama con su Inmaculado Corazón; un corazón puro y lleno de gracia. Pero también humano, vivo y que sufre. Es por eso que también hay que consolarlo. A través de Su Inmaculado Corazón llegar al Sagrado Corazón de su Hijo. Amar y consolar a Jesús amando y consolando a María. Llegar a Jesús por María.

Hoy, puedo decir plenamente consciente que María es mi Madre, mi camino a Jesús. Hoy, mi arma más poderosa es el rosario, con él lucho mis peores batallas, con él me uno a los que hoy no están aquí pero también a los que tengo a mi lado, con él me uno a la Iglesia y en ella me uno a mi Madre. Cada día pido, como niña pequeña, asemejarme más a Ella para así, consolar y amar más a su Hijo.