Vigilia Mare de Déu

Testimonios

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Por Yolanda Pérez

29 de abril.- No hay por dónde empezar. Una plaza de toros llena de “fervor i devoció” con más de 10.000 personas. Día de fiesta para la Mare de Déu, una fecha histórica, como este año que vivimos en el centenario de su coronación. Y como dice el salmo sea para todos ”nuestra alegría y nuestro gozo”.

Un día para que cantásemos o, mejor dicho, siguiésemos cantando con la mejor de nuestras voces a la Verge dels Desamparats, a la Perla del Turia, a la Regina del cel i de la Terra, a la sempre adorada Patrona.

Un día para que no callásemos, al igual que pasó en Jerusalén con aquellas personas que aclamaban a Jesús al entrar en aquella ciudad sobre un borriquico, en la que se iba a consumar su pasión y su Cruz gloriosa.

Un día especial para dar gracias por la Fe, que “en terres valencianes no mor”, precisamente, “per la Mare de Déu dels Desamparats”.

Una fe en Jesucristo, que por Ella conservamos y que, sin lugar a duda, es manantial inagotable de humanización verdadera de nuestro mundo. Una fe que es fuente inextinguible de cercanía a todos los desamparos y con los desamparados, que tienen nombres concretos y viven situaciones concretas, conocidas u ocultas: fe que es promesa de vida eterna.

Las flores, en un número incontable, brotaban ayer tarde-noche de los labios de los valencianos y valencianas con su sentida y honda plegaria. Flores en forma de piropo que se arremolinaban con los deseos más hondos de los corazones de todos y cada uno, para depositarse a los pies de la que, familiar y cariñosamente llamamos, la Geperudeta.

Y todos, atraídos siempre por la mirada de los ojos misericordiosos de la que está mirando a los inocentes y desamparados de su imagen bella, que brilla con mágico resplandor en nuestro corazón y en nuestros ojos de hijos valencianos.

Y llegó el momento, Madre e Hijo juntos, en medio de miles de niños, jóvenes, adultos y ancianos, arrodillados. Sólo unos minutos que parecían de eternidad y gloria, cargados de emoción que Ella nos regalaba. Un cara a cara cargado de ilusiones, sentimientos a flor de piel y plegarias.

Un corazón que ardía, en su máximo potencial, cada vez que alzabas la vista y veías esa estampa tan bonita que dudo cualquier persona presente logre olvidar de su memoria. Sonrisas que no cabían en nuestros rostros y lágrimas que brotaban al echar la vista atrás y ver todo lo que nos habían regalado madre e hijo.

La tremenda suerte de poder estar a los pies, de poder ayudar, de girar la cabeza y ver una plaza en la cual no entraba ni una sola alma más. Una plaza llena de vida, de mucha VIDA. Miles de corazones tocados con cada uno de los testimonios que tuvimos la suerte de escuchar y, de los que estaban en todos y cada uno de nuestros corazones.

Gracias Mamá, por dejarme estar a tus pies, una vez más. Gracias por guiarnos, acompañarnos y mimarnos. Gracias por ese enorme “sí” que cambió la vida, que cambió mi vida. Ojalá podamos tocar el corazón de muchos más jóvenes y que vean en ti a esa madre que los acompaña pase lo que pase. A esa Madre que ampara, bajo su manto y protección, a todos y cada uno de sus hijos. A esa “Verge Sobirana de terres de Llevant que la seua imatge portem sempre en lo cor”.

En el cielo tenemos una Madre, que es Mare de Déu dels Desamparats, de nosotros, de los afligidos que necesitamos tu amparo y protección.
El cielo está abierto, el cielo tiene un corazón.
Qué grande es Dios, qué grande ha estado con nosotros!
“El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres”

A tu venim, Mareta, a que ens ampares ara i sempre. Especialment en els moments difícils de la nostra vida, en les dificultats grans del moment que podem estar vivint.