Manuel Montes Martínez

«Soy un joven católico»

Testimonios

Sin Autor

No puedo negar que han sido varios los intentos y formas a la hora de arrancar la escritura para este testimonio. No lo voy a negar, quien me conoce sabe que me encanta transmitir, contar… Podría gastar líneas de dicho artículo contando las cosas que copan mi currículum profesional o personal, pero seré escueto para resaltar lo esencial: soy un joven católico.

Esto me recuerda a encuentros donde muchos jóvenes nos presentábamos diciendo el nombre, el movimiento al que pertenecíamos, lo que habíamos estudiado… y mi amigo José Antonio dijo: soy católico. No hacía falta más.

La fe para mí es encontrar lo extraordinario en la vida ordinaria, en los retos del día a día, en los encuentros personales que vamos teniendo desde que amanecemos hasta que se nos tornan los ojos con la caída de la jornada. Para vivirla, y reconocer dichos encuentros de fe donde el Señor se nos muestra en personas o situaciones, hay que hacerlo compartiendo con los demás. Una fe individualista muere en el interior de cada uno. Con el otro, con miradas, experiencias, testimonios… es cuando uno crece y hace crecer a los demás.

De familia con tradición cristiana, de los que van a misa los domingos, pero llegada la adolescencia dejan libertad total para que los hijos vayan eligiendo su camino. Así fue mi caso en infancia y adolescencia, mi libre elección de seguir con un buen grupo de gente joven a los que le iba la marcha, la fiesta, la aventura… pero también sentarse a plantearnos cuestiones sobre aquel que nos acompaña cada día, al que tanto debemos, y, por supuesto, a su Santa Madre (‘España es tierra de María’).

Cánones o moldes con los que uno rompe gracias a la fe; fortalezas que adquiere uno de la vivencia de momentos fuertes, pero también de confrontación. El que siente a la Iglesia como su familia es capaz de defenderla sin miedos, aunque el ambiente no sea el más favorecedor. De lleno en la época universitaria. No estaba de moda hace unos años, ni lo está ahora. Pero eso no significa que seamos los que menos, más bien los que menos ruido hacemos. Y es aquí donde podemos creernos que nos enfrentamos al trozo del Evangelio que se lee el Miércoles de Ceniza (‘que no se entere tu mano derecha…; orar en lo secreto’).

Es cierto que no vale la pena faltar a la humildad echándose flores o creyéndose mejor persona que otro por el hecho de creer, pero hay momentos de la vida en los que uno debe pedir fuerzas a Dios para que éste nos dé dos cosas esenciales en la vida de todo cristiano: valentía y palabra.

Es aquí donde me acuerdo de tantas personas, y sobre todo del yo universitario. Bien es cierto que desde siempre he sido muy pasional con todo aquello que soy o me representa (mi familia, mi ciudad, el equipo de fútbol, el deporte…), pero sin la ayuda de Dios y la oración no podría haber afrontado un debate abierto en clase con más de cien compañeros en un aula de Magisterio. Un futuro docente defendiendo la fe y a la Iglesia Católica.

Gracias a Dios hoy la sigo defendiendo abiertamente de muchas maneras: en las aulas como profe, en la radio como aficionado o colaborador en medios, o en los entornos más cercanos de amigos y familia. Le sigo pidiendo a Dios que me dé fuerzas para seguir siendo valiente en diálogos y conversaciones… pero desde hace años sé que no es cuestión de hacer llegar a Jesús y su mensaje de Amor a los demás a través de las palabras. Que las palabras sirven cuando preguntan o cuestionan nuestra vida, nuestra fe, nuestra Iglesia.

Es la vida propia la que debe decir y hablar de Dios más que nuestras propias palabras. Nosotros lo tenemos fácil. Vale, es cierto que la sociedad muchas veces no lo pone fácil. Que la libertad de expresión que hoy en día tenemos se ve rota por aquellos que muchas veces la proclaman, pero la coartan cuando de las ideas o valores contrarios a ellos se refiere. Pero nuestras vidas no están en peligro. Ahí, ahí es donde uno ve lo realmente importante.

Han sido muchas experiencias vitales y llenas de fe en mis años de vida, pero ver cómo la gente vive a contracorriente en países donde la fe católica es perseguida me hizo abrir los ojos, emocionarme y llenar el corazón de valentía. Si ellos se juegan la vida por celebrar la Eucaristía, por qué no nos vamos a jugar nosotros una discusión por defender lo nuestro, la Verdad.

Ahora que llevas un rato leyendo y debo terminar con este artículo, te diré que mi vida es tan normal como la de cualquier joven español. Soy maestro de Primaria, runner aficionado y amante del deporte. La radio es una pasión paralela a mi profesión docente. El podcast (‘La hora del café’) una nueva aventura para acercar la vida a los demás. Casado desde hace unos meses, con la emoción de vivir con la mujer de mi vida y formar con ella una familia. La Semana Santa se vive en el sur de España de forma muy cultural sí, pero es la manera más fuerte de hacer presente al Señor en las calles de Granada y toda la geografía mundial, es por ello que el mundo cofrade es una parte esencial. En lo que a mí personalmente se refiere, todo muy normal, pero intentando hacerlo extraordinario buscando el Amor de Dios en cada cuestión, en cada persona y en cada encuentro.

Al Señor pidámosle valentía para que con nuestra vida seamos capaces de hacer llegar su mensaje a todas las personas que nos rodeen.

Como diría Madre Alberta, fundadora de la Congregación Pureza de María:
‘¡Confianza y buen ánimo!’

Manuel Montes Jiménez