Testimonio de fe de Jonathan Espinilla: «¡No tengáis miedo!»

Testimonios

Me llamo Jonathan Espinilla Suances, tengo 30 años, soy Licenciado en Derecho y Derecho Canónico, empecé a estudiar en un colegio concertado de Valladolid, Santa María Micaela, durante esta etapa de mi vida reconozco que yo no era muy practicante, acudía esporádicamente a misa con mi madre y con mi abuela a la parroquia y al convento de las adoratrices, pero no tenía conciencia de lo que era en ese momento a lo que acudía y lo que significaba para mi familia la eucaristía dominical.

Al cabo de un tiempo estando ya estudiando E.S.O. en el colegio, las monjas adoratrices, al ver que seguía acudiendo con mi abuela a misa a celebrar con ellas alguna vez el triduo pascual, me propusieron ayudar ese año como monaguillo, tenía yo 11 años, esa primera vez de subir al altar y ayudar al sacerdote me pareció muy singular y especial, notaba una sensación rara, extraña, pero a la vez me generaba ilusión.

Yo soy aficionado al belenismo y suelo, con mi padre, comprar figuras en los diferentes mercados de Madrid y de Valladolid de belenes, un día pasando con mi padre por la Basílica del Santuario Nacional, en la tienda de la misma que regentan las auxiliares parroquiales de Cristo Sacerdote ellas me propusieron ser monaguillo de la Basílica, no dudé un momento en aceptarlo y el domingo siguiente comencé en la misa de 19:30 a acolitar. Desde aquel momento empezó el Corazón de Jesús a engancharme para sí; cada fin de semana acudía el sábado a la misa de las 19:30 con mi madre a ayudar al sacerdote, Don Vicente Vara, rector que era entonces del Santuario Nacional, él junto con Don Mateo Marcos han sido los que más me han marcado en mi vida religiosa, llegando a ser después monaguillo de la Catedral de Valladolid, donde aún continuo en algunas ceremonias acolitando con la escuela de monaguillos que tenemos y que poco a poco hemos ido formando con las hermanas auxiliares.

Desde entonces siempre he visitado la Basílica y pidiendo al Sagrado Corazón de Jesús que me ayude y me de fuerza en los diferentes avatares de mi vida. El más señalado, recuerdo que fue cuando acabé la carrera de Derecho y no tenía trabajo, acudía a la Basílica del Sagrado Corazón de Jesús por las tardes y le pedía todos los días que me ayudara a poder encontrar algo donde poder ejercer mi formación. Al poco tiempo dos sacerdotes de Don Mateo y Don José Andrés, Vicario Judicial de la Archidiócesis de Valladolid me proponen especializarme en una materia que podría ayudar a muchas familias y muchos matrimonios en crisis, la especialidad en derecho canónico matrimonial para poder ejercer en el tribunal eclesiástico; tuve unos días para pensarlo y rezarlo; entendí en ese momento que el Corazón de Jesús me daba una señal, él quería que trabajara para él con las familias y las personas que podían alejarse por su situación matrimonial de la iglesia. En el año 2015 comienzo a ejercer de letrado en el tribunal y comienzo a ver los primeros fracasos matrimoniales, mi formación me permitía ayudar tanto jurídica como espiritualmente por lo que empecé a conocer de cerca los problemas reales y dar consejos sobre cómo podían tratar su situación y donde tenían que acudir para sanar las heridas del corazón, siempre era la ORACIÓN.

Poco a poco fui descubriendo que muchas de esas personas que acudían a rezar el Rosario como les indicaba, me llamaban diciendo que les ayudaba mucho, algo que me ayudaba a seguir rezando más cada día incluso el rosario diario, ofreciéndolo por los que me pedían consejo, así como amigos y familiares que necesitaban apoyo.

Un momento importante en mi fe también, ha sido cuando, un grupo de jóvenes del movimiento llamado HAKUNA se personó en el Arzobispado para poder hablar con alguien de pastoral juvenil de la diócesis, yo los atendí porque en aquel momento era verano y apenas había gente en las oficinas, poco a poco fui tomando contacto con ellos y empecé ayudándoles a preparar las horas santas que hacen los jueves, desde entonces no he dejado de acudir y ello me ha permitido conocer más en profundidad la fe, disfrutar y compartir vivencias con ellos en los GOD STOP, y actividades que tenemos durante el año, inclusive llevar a varias personas a HAKUNA, acercarlos al Señor y ver que poco a poco aquello que piden se sienten reconfortados.

Como joven, el vivir la fe y dejarse guiar poco a poco del Espíritu Santo encomendándole que sea el mismo Jesús el que te moldee, que te forme y te guie en cada día, cada acto, cada situación agradable y desagradable, hace que la propia persona no tenga miedo a afrontar el futuro; ya sabemos que los jóvenes no lo tenemos nada fácil, pero la oración todo lo puede. Concluyo citando a Juan Pablo II cuando con este grito ¡No tengáis miedo! abrió Juan Pablo II su pontificado. Supuso una bocanada de esperanza para muchos hijos de la Iglesia desalentados y tristes, cuando no derrotados. O indiferentes y escépticos, que es peor. ¡No tengáis miedo!… Es el imperativo de Cristo resucitado que Juan Pablo II lo volvió a proclamar de un modo especialmente vibrante, en el Monte del Gozo, a los jóvenes peregrinos a la tumba del Apóstol Santiago en la IV Jornada Mundial de la Juventud. Que la Virgen del Rosario bajo su manto nos guie y proteja a todos los jóvenes cada día.