Coge tu cruz y sígueme

Experiencias, Testimonios

Tenía 13 años cuando llegó el día en el que mi vida cambió radicalmente. Mi padre fallece y de la noche a la mañana mi casa, mi familia, mis estudios, mis amigos… todo da un giro de 180 grados.

Soy la mayor de tres hermanas. Juntas y con mi madre afrontamos el nuevo panorama que se nos presentaba gracias al calor y el cariño de nuestra familia y amigos. Nunca hemos estado solas, aunque hay ciertas ocasiones en las que inevitablemente te sientes sola.

Yo me sentí sola de Dios.

Siempre hemos sido una familia cristiana y practicante. He vivido cerca de la Iglesia y de los Salesianos, colegio donde estudié durante muchos años. No entendía por qué Dios había permitido que mi padre se fuese. Lo necesitábamos en casa, era muy joven y tenía niñas muy pequeñas. No era justo. Sentí que sobre los hombros me cayó una cruz que yo no era capaz de soportar.

Parece que Dios te llama en los momentos de mayor debilidad. No sé aun por qué, pero era en ese momento, en el que más lejos me sentía de Él, cuando más iba a misa, más rezaba y más me involucraba en la Pastoral Juvenil de mi colegio.

Ahora puedo decir que nunca he estado sola. Dios siempre me ha protegido, tanto a mí como a mis hermanas y a mi madre. Ahora sé que me dio una cruz para seguirle y esa cruz es la mía. Es la perfecta para mí y tiene el peso que yo puedo soportar.

Hay ocasiones en las que parece que la cruz que Dios nos ha dado nos viene grande, sentimos que va a poder con nosotros. No somos capaces de soportar la situación que la vida nos plantea o de sobrellevar nuestro trabajo, nuestros estudios o nuestras relaciones con los demás. Pero debemos recordar que, como Jesús, que cayó tres veces, nosotros también vamos a caer. También como Jesús, tenemos la ayuda del Cireneo. Dios siempre nos va a ayudar a soportar esa cruz.

Todos tenemos una cruz. Puede ser más grande o pequeña, más pesada o ligera, estar recubierta de espinas o ser cómoda de llevar. Una cruz que cambia porque la vida que nos rodea se mueve de forma constante, circunstancias y diferentes momentos que alteran su peso y nuestra manera de llevarla. Lo importante de esta cruz es que es nuestra y nuestro deber es seguir a Jesús, acogiendo la cruz como propia, aceptando su carga, sea como sea, pero siempre confiando en Dios.

Y así se ha ido desarrollando mi vida. Una vez confirmada en 2018 pasé a ser animadora de la Pastoral Juvenil Salesiana. Doy grupos de fe a niños de 12 a 14 años y para mí es el mejor momento de la semana. También recibo grupos y me sigo formando como cristiana. En mi vida está muy presente Dios. Tengo claro que Él me ha llamado a enseñar su mensaje a otras personas y a vivir conforme a sus mandamientos.

Seguiré los senderos que me marque Dios en mi vida, con mi cruz, donde van las malas experiencias, los bonitos recuerdos, el amor de mi familia, los grandes amigos, las enseñanzas de Don Bosco, y siempre bajo el manto de María Auxiliadora.

Belén Rodríguez Morillo.