Quiero empezar diciendo que no soy ninguna experta en este tema. Hablo desde mi
experiencia contando las cosas que a nosotros nos han ayudado y nos ayudan.
Álvaro y yo nos casamos hace tres años, éramos los dos muy jóvenes pero con muchas
ganas de comenzar una vida juntos y hacer feliz al otro. Éramos unos inexpertos, como
cualquier persona lo es antes de casarse ya tenga 21,25 o 30 años. Tengo que decir que
nuestros padres nos lo pusieron todo bastante fácil, no nos pusieron ninguna pega y nos
ayudaron muchísimo. En ellos tenemos el mejor ejemplo de matrimonio.
Antes de casarnos estuvimos 8 meses a distancia sin vernos una sola vez en todo ese
ese tiempo. Yo estaba estudiando todavía y fue Álvaro el que tuvo que buscar trabajo por todo el mundo para sacarnos adelante. Lo dejó todo y se fue solo a Filipinas. Fueron unos meses muy duros, pero que hicieron nuestro amor muy muy fuerte. Nada más casarnos y después de un maravilloso viaje de novios nos fuimos juntos a vivir a Filipinas. Los dos solos, sin nadie conocido cerca. Esa experiencia nos unió infinito, estábamos completamente solos en medio del mundo y no necesitábamos más, no éramos sólo marido y mujer, éramos (somos) mejores amigos, cómplices, apoyo en los momentos difíciles, en los momentos tristes y de añorar a la familia y amigos. En esos meses cogimos la costumbre y la necesidad de acudir al otro para todo.
Después de eso volvimos a España y continuamos nuestra aventura aquí, hace un año
tuvimos nuestro primer hijo, que es el mejor regalo del mundo.
En cuanto al tema principal, que es la felicidad en los primeros años de matrimonio, diré que hay algo fundamental que es Dios. Sin Él nada de lo que somos sería así. Cuánto más cerca estamos de Él, más amamos al otro y más nos olvidamos de nosotros mismos, más nos entregamos por completo al otro, más paciencia tenemos y menos ganas de enfadarnos. Yo ahora me he propuesto no estar enfadada más de tres minutos, porque como dice la madre Elvira (fundadora de la Comunidad Cenáculo) “tres minutos ya es muchísimo tiempo: tres minutos de silencio, tres minutos de juicio, tres minutos de condena, tres minutos de no me importas…”. Es importante pedir perdón y perdonar pronto y así volver a la paz y a la sintonía.
Creo que hay varias actitudes relativamente fáciles de poner en práctica que ayudan
mucho a la hora de ser feliz, y sobretodo de hacer feliz a la persona que más quieres y son: ser agradecido: parece muy fácil y muy obvio, pero no es así. Hay veces que nos pensamos que tenemos derecho a que la otra persona friegue los platos, saque la basura, haga la cama, te lleve a donde necesitas, te haga regalos… es más te puede salir la reacción de enfadarte si no lo hace en vez de agradecer infinito las veces que sí lo hace. Otra actitud es la admiración: asombrarte por las cosas buenas, por las ideas y por las propuestas de la otra persona, y simplemente por lo que es la otra persona, por cómo es y por lo que es. Y la última que diría (por no alargarme demasiado): es una actitud alegre. Es verdad que en la vida familiar hay muchas cargas, muchas obligaciones que cuestan y que son un rollo. Pero esas cosas las vas a tener que hacer sí o sí, por lo tanto facilita bastante la vida tener una sonrisa en la cara y una respuesta alegre.
Me leí un libro el verano antes de casarnos que me ayudó muchísimo, se llama “Los
Cinco Lenguajes del Amor” de Gary Chapman. Ayuda mucho a entender al otro y a expresarle tu amor de forma que él lo entienda. Lo que viene a decir el libro es que cada persona tiene una forma de expresar su amor y de recibir el amor de los demás, por tanto tú puedes querer mucho a una persona pero si no se lo expresas de forma que esa persona lo entienda puede haber muchos malentendidos y mucha incomprensión.
Por último, quiero volver al pilar de nuestra vida y de nuestro matrimonio que es Dios.
Desde el principio nos hemos apoyado en El y hemos confiado en El. Teníamos la certeza de que todo iba a ir bien, a pesar de las circunstancias, que no siempre han ido a favor. De hecho muchas veces la gente desde fuera sufría más que nosotros mismos y es que la fuerza nos la daba Dios a nosotros y ellos veían las circunstancias pero no la fuerza.
Álvaro me “tira para arriba” y me ayuda acercarme a Dios. Y cerca de Dios es imposible
no ser feliz. Hemos hecho un viaje hace poco a Medjugore que nos ha acercado mucho a Dios y a la Virgen. Consagramos nuestro matrimonio y nuestra pequeña familia a la Virgen de allí, Nuestra señora de La Paz.