Empecemos por definir qué es la Fe. Para mi es la plena confianza en Dios, nuestro Señor, es dejar en manos de Él todo, cuando digo todo, es vida espiritual, mis relaciones con las demás personas, mi profesión, mi finanzas, mi hogar, todo; pero esa fe, la cultivo día a día a través de la oración continua que debo tener diariamente con ese Dios que todo lo ve, lo sabe y que no podemos engañar. En tal sentido, vivo mi fe a pegada a sus leyes y sobre todo a los dos mandamientos más importantes, primero: “ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente”; y el segundo: “ama a tu prójimo como a ti mismo” (Mt 22.34-40/Mc 12.28-34). Sin embargo, esto se dice fácil pero realmente no lo es. Yo, para entender que debo dejar en Dios mi salvador todo, y dejarme llevar por Él, ha sido para mí todo un descubrimiento, saber que Él me lleva de mano. Lo experimenté luego de que me aferré a la oración y empece a vivir en comunión, y así lo siento cuando me siento a orar ante el Altar, Santísimo Sacramento, en la Eucaristía, o en mi casa, lo siento tan vivo que es como si me dijera estoy aquí contigo, siento tu dolor y vengo a consolarte. Siento al Dios que está VIVO, entre nosotros.
Así vivo mi fe, aferrada a la Cruz de nuestro Señor Jesucristo y a la mía, lo veo y no puedo dejar de quererlo cada día más, y por ende, trato de vivir bajo su manto, asistiendo a Misa los domingos, no dejando de orar, sea bueno o malo el día, agradeciendo todos los días por que amanece, pidiéndole perdón todos los días por lo que dejé de hacer o hice mal; pero también, agradeciendo por mi familia, amigos, comunidad, por el sacerdote, por lo que hacemos vida en la Iglesia donde asisto.
Sin dejar mi vida a un lado, yo trabajo, tengo familia, amigos, asisto a fiestas, todo como una muchacha de mi edad, siempre teniendo presente que debo hacer el bien, que no debo dañar a otro; cuidando mis palabras, sobre todo lo que se dice del prójimo, hacer críticas constructivas y no destructiva, enseñar, y estar dispuesta que me enseñen a mí, por eso es importante vivir en comunidad orante, como decía el Beato Domingo y Sol: “no estamos destinos a salvarnos solos”.
Aparte de mi cotidianidad, trato de dedicar tiempo para la lectura del evangelio, el rezo del rosario de nuestra Santísima madre la Virgen María, que siempre nos pide con amor, rezar el santo rosario para la paz mundial y conversión de los pecadores; esto para mí, se ha vuelto importante por eso lo hago a diario en familia, para que reine la paz entre nosotros y cuando existan problemas o diferencias podemos disipar las mismas bajo el manto de protección e intercesión de nuestra Santa Madre. Sí es nuestra madre espiritual, al ser Madre de nuestro Señor Jesucristo y Él también no las dio cuando junto a la Cruz, nos dijo: “Mujer ahí tienes a tu hijo. Luego le dijo al discípulo: ahí tienes a tu madre”. (Jn. 19.26-27).
Asimismo, en mi deseo de ser más discípulo de Jesucristo, siento la necesidad de ayudar, con las herramientas que tengo, a mi prójimo y lo siento sobre todo cuando veo a esa persona en la calle que pasa necesidades, que no puede costear sus alimentos, siento esa tristeza que embarga mi ser, y quiero compartir así sea en lo poco con ese hermano mío. Y esa tristeza que me embarga la siento más cuando veo la indiferencia de nuestros hermanos y no ayudan ni con una palabra de aliento al más necesitado, por que la ayuda no sólo puede ser material sino espiritual, eso me duele más porque el que tiene a Dios en su corazón NO es indiferente.
Por eso en mi opinión debemos luchar contra el pecado que nos embarga, que nos duele porque no queremos ofender a ese Dios tan bueno que entregó a su único Hijo, nuestro Señor Jesucristo para el perdón de nuestros pecados, y esa lucha necesariamente debe ser a través de la oración continua e incesante, y por supuesto, recibir los sagrados sacramentos, así pues, la confesión debe ser parte esencial de ese camino a nuestra conversión, para así recibir la comunión, vivir con gozo y respeto la Eucarística.
Así vivo mi fe, pidiéndole al espíritu Santo que a través de sus dones me ayude ser mejor discípulo de Jesús, y de poner a disposición esos dones para ayudar a la Iglesia, a nuestras familias, nuestro prójimo y que nos dé discernimiento y sabiduría para que las decisiones que tomamos en nuestra vida cotidiana sean buenas ante el Señor y nos lleve al camino de la salvación.
“si ustedes tuvieran fe, aunque sólo fuera del tamaño de una semilla de mostaza, podrían decirle a ese árbol: Arráncate de aquí y plántate en el mar, y les haría caso.” (Lc. 17.6)
Desiré Archila, de 31 años de edad, Venezolana.
Miembro Activo de la legión de María (Virgen del Rosario). Parroquia Beato Domingo y Sol. Guatire. Estado Miranda.